Escribe: Lucho Caro
Al caminar por las calles de Trujillo, uno podría pensar que ha entrado en una escena de una película sangrienta, donde la violencia acecha en cada esquina y el temor se siente más real que nunca.
La violencia aquí ha alcanzado niveles que rivalizan con las historias más sombrías de Hollywood. La extorsión y las amenazas son moneda corriente; los transportistas viven bajo la constante presión de delincuentes que exigen pagos para evitar represalias. La situación ha escalado a tal punto que los choferes deben decidir a quién pagar para evitar ser atacados y asesinados, enfrentándose a un ciclo de presión que los deja atrapados entre el miedo y la muerte.
Hace pocos días, en una avenida concurrida y a plena luz del día, un hombre fue acribillado de cuatro balazos: uno en el pecho, otro en la cara y dos más que le atravesaron el cráneo. Sin embargo, nuestro inefable gobernador César Acuña, cada vez que puede, vocifera que La Libertad es la región que más invierte en seguridad. ¡Qué ironía! Aquí estamos, en una región que es prácticamente un campo de batalla, y las inversiones se traducen en nada más que discursos vacíos.
Sin embargo, nuestro inefable gobernador César Acuña, cada vez que puede, vocifera que La Libertad es la región que más invierte en seguridad. ¡Qué ironía!
Por si fuera poco, el general Guillermo Llerena, jefe de la región policial de La Libertad, declaró que su viaje a China fue para realizar un curso sobre ciberseguridad, afirmando que se reunirá con el gobernador para ver cómo se implementan esas tecnologías que ha aprendido conjuntamente con el equipo que lo acompañó en el viaje. Sin embargo, mientras él se enfoca en la teoría, la violencia sigue creciendo en las calles, como si las soluciones pudieran llegar simplemente con compromisos y buenas intenciones.
Todo lo que ocurre en la ciudad es producto de la ineficacia y la inoperancia de nuestras autoridades locales y nacionales. Mientras ellos se aferran a cifras y promesas, y nuestra presidente se aumenta el sueldo por su «excelente trabajo», la inseguridad sigue creciendo a un ritmo alarmante, reflejando la creciente tasa de criminalidad que se asemeja a la de las ciudades más peligrosas del mundo. La ansiedad de salir a la calle se ha convertido en parte de nuestra rutina.
La población merece vivir en un lugar donde la seguridad no sea un lujo, sino un derecho fundamental. Si la delincuencia continúa sin oposición, Trujillo seguirá siendo un lugar marcado por la violencia y la impunidad, un escenario digno de las peores películas de terror. Dejen de actuar como si todo estuviera bajo control; deben enfrentar la dura realidad: estamos en una guerra y necesitamos un plan. ¡Ya basta de palabras vacías y viajes al extranjero!





