Escribe: Víctor López
¿Nadie se preocupa por la imagen de los árbitros en el fútbol? Y no me refiero a sus competencias -que las tienen- ni tampoco a que estén bien entrenados -que lo están- sino a la cada vez peor reputación que se hacen frente al aficionado y a la prensa deportiva, la que sabe -créanme- mucho, pero mucho más de lo que publica con respecto al tema.
¿Qué a nadie le preocupa que hoy la gente se exprese de un árbitro como si se tratase de un delincuente -no de saco y corbata- sino de uniforme con insignia? Porque lamentablemente hasta ese punto se ha llegado. Repito, lamentablemente. ¿En serio a nadie le interesa la imagen que -justa o no- como gremio están proyectando? ¿A nadie le hace ruido? ¿Nadie siente aunque sea un poquitito de vergüenza? ¿En serio? Acá está en juego su prestigio ante la sociedad, no es un tema menor, no se trata de hacerse los distraídos.
Y créanme que con fotitos en alta resolución o con selfies individuales o grupales antes o después de los partidos eso no va mejorar. Está muy bonita tu galería de fotos, amigo árbitro, pero, ¿y tu consciencia cómo está? Si está limpia, una parte de esto que has leído no es para ti, pero si no, ponte una mano en el pecho y la otra en el bolsillo, sobre todo ahí.
Hablemos claro, más claro aún: se ha normalizado -semana a semana, fecha a fecha- el sospechar que tal o cual partido fue arreglado, pero lo peor es corroborar eso con el marcador final. ¿Mucha coincidencia? No. O tal vez. Y quizás justos paguen por pecadores. Todo está podrido, los que lo son y los que parecen. Ante los ojos de las hinchadas no se salva nadie: “Si la decisión no es a favor de mi equipo, el árbitro está comprado”. Y eso ya nadie se los puede sacar de la cabeza. Para que se entienda, no estoy en contra de los árbitros -quienes quiero creer que eligieron su oficio desde la nobleza de su vocación- sino en contra de un sistema que pareciera que los termina corrompiendo.
Qué pruebas ni papeles ni evidencias ni documentos ni cojudeces, el hincha de corazón sabe reconocer cuando una persona no es honesta en el campo de juego.
Desde hace ya varios años que en conversaciones privadas entre periodistas o en grupos de WhatsApp se viene hablando de arreglos con nombres propios, de tarifas y de autoridades deportivas con quienes se coordinaría -lo pongo en condicional más por delicadeza que por prudencia- el amaño de partidos. ¿Será verdad todo eso? Todos sabemos. ¡Todos! Pero no es que nadie no quiera decirlo, es que nadie puede decirlo… En algunos casos ojalá hubiera alguna evidencia, una factura, un video, una fotito, algo, pero no, no hay nada. Por lo bajo -vía WhatsApp- se reenvían pantallazos de lo que sería el arreglo de un partido o de testimonios anónimos, pero nada que constituya realmente una prueba, esa que nos exige el rigor periodístico.
Sin embargo, el hincha -ese que sabe darse cuenta perfectamente cuando a su equipo le están robando en la cancha- no necesita que le expliquen nada. Qué pruebas ni papeles ni evidencias ni documentos ni cojudeces, el hincha de corazón sabe reconocer cuando una persona no es honesta en el campo de juego. Los códigos del fútbol son los mismos que los códigos de la calle, esos que no se pueden disimilar.
Nadie sabe más de arbitraje que los árbitros, en eso creo que todos estamos de acuerdo, y que al hincha a veces también le falla la percepción con respecto a las decisiones que un árbitro toma en pleno partido, también, pero los silbatos -al igual que la pelota- no se deben manchar. Hace un tiempo se sancionó a un siniestro dirigente deportivo por intentar arreglar un partido con un árbitro aún en funciones. Este le respondió que no podía hablar, que había mucha gente alrededor, por lo que el dirigente le dijo que saliera a la calle y que dijera que va a comprar algo a la tienda, cualquier cosa… Que diga que va a comprar una pasta dental, qué más da… Los dentífricos blanquean la sonrisa de la gente, pero al fútbol -al menos aquí en Trujillo y La Libertad- lo mancha.





