Escribe: Luis Vega
Luego de ver Weapons, y recordando Barbarian de 2020, es evidente que Zach Cregger empieza sus guiones sin idea de cómo acabarlos; solo posee chispazos difusos de lo que le gustaría que tuvieran: un final demente para un inicio tranquilo, personajes corrientes frente al mal absoluto, casas con secretos horribles, cabezas destrozadas, múltiples puntos de vista, persecuciones y humor de muy mal gusto. Su peculiar modus operandi funciona en alguna medida en Barbarian, pero fracasa irremediablemente en su última película, presentada en nuestros cines como La hora de la desaparición.
Todo parte de una imagen: diecisiete niños salen corriendo de sus casas con los brazos extendidos, como si de un juego se tratase, y se pierden en la noche. Es una visión poderosa. Sin mayor contexto, transmite inocencia, misterio, impotencia y horror, e incluso evoca al cuento clásico del flautista de Hamelin. Hay una historia interesante allí, esperando a ser descubierta, o creada, que para un buen escritor es lo mismo; una historia que exploraría y fortalecería la impresión inicial. Weapons, en cambio, opta por ir en círculos sin descanso sobre el mismo terreno, como un poseído, y nunca advierte algo nuevo, real, en la oscuridad.
Pero no, unas risas tontas no le brindan significado a una obra. Cregger solo se interesa por sus propias manías y para retratarlas no tiene reparos en hurgar temas sensibles.
Películas “elípticas”, con diversos puntos de vista y juegos temporales, las hay de muchas clases y colores, y varias son excelentes. Sin embargo, si sus personajes están tan pobremente concebidos como aquí, la técnica se vuelve un estorbo, solo sirve para la novedad —por momentos en la sala recordé Monster de Kore-eda, pero es una comparación risible. Pareciera que Cregger les aplicó a todas sus creaciones el secretismo “atractivo” que solo funcionaría con la villana, pues no llegamos a conocer a ninguno de ellos, ni mucho menos nos preocupan. ¿Qué más da si se perdieron diecisiete niños si no me creo que a alguien del pueblo de verdad le importe?
Weapons es claramente una película inepta, pero el ridículo tramo final invita a cuestionar su intención verdadera. Cuando la bruja sufrió su castigo, la sala completa estalló en carcajadas y fue bastante satisfactorio (al menos al inicio; se volvió tan horrible que me arrepentí de animarlo). Pero no, unas risas tontas no le brindan significado a una obra. Cregger solo se interesa por sus propias manías y para retratarlas no tiene reparos en hurgar temas sensibles. De principio a fin, Weapons solo fue la excusa de una macabra persecución a la Tom y Jerry. El autor nunca se pone en los zapatos de un padre que perdió a su hijo, o de un hijo que perdió a sus padres, o de una mujer cuya vida se desmorona, o de un joven que perdió la vida. Es tan hueca y sin vida como las víctimas de la bruja.





