La reciente caminata del alcalde de Pataz, Aldo Carlos Mariños, desde su provincia hasta Lima fue presentada por él como un acto de sacrificio y compromiso con su pueblo. Sin embargo, los símbolos empleados —como la camiseta con el lema “Corazón Valiente”— y el tono de sus declaraciones han evidenciado un trasfondo más político que ciudadano. Este tipo de gestos no son nuevos en la política peruana, donde la búsqueda de visibilidad muchas veces se disfraza de activismo o protesta simbólica.
Más político
La recepción que tuvo Mariños al llegar a la capital fue, en efecto, contradictoria. Aunque logró la atención de los medios y de la opinión pública, su reunión con el presidente José Jerí terminó con abucheos por parte de los presentes. Esto pone en cuestión la efectividad de su estrategia: si el objetivo era ganar respaldo popular, el resultado fue un cálculo político fallido que evidenció más bien una desconexión con el sentir ciudadano.
El anuncio posterior de que visitará al expresidente Pedro Castillo en el Penal de Barbadillo resalta aun más la idea de que su caminata formó parte de una narrativa alineada con ciertos sectores políticos. Al comprometerse públicamente con esa visita, Mariños se posiciona dentro de un espectro ideológico que aún encuentra respaldo en algunas regiones del país, pero que también genera rechazo en otros sectores, especialmente en Lima. Su decisión podría afianzar su imagen entre simpatizantes de Castillo, pero a costa de polarizar aún más su figura.
“También asumí el compromiso que voy a cumplir con visitar al presidente Pedro Castillo”, declaró.
El alcalde de Pataz finalmente terminó su jornada de «lucha» tomando un café con el presidente Jerí.
