Gabriel García Márquez no solía contar sobre los libros que estaba escribiendo. “No puedo contar mis libros porque se me empavan”, decía. Con la ‘pava’, hacía referencia al pescador ‘salao’ de Hemingway, una de las peores formas de la mala suerte. Sin embargo, eso no ocurrió con En agosto nos vemos.
La primera vez que García Márquez compartió en público la trama de esta novela fue en septiembre de 1997 durante un homenaje que le hicieron en la Universidad de Georgetown. Los privilegiados fueron sesenta estudiantes de pregrado. El Gabo impuso dos condiciones: que solo asistiera un profesor y que no entrara la prensa.
Luego, en marzo de 1999, leyó un capítulo durante la clausura del Foro de la Sociedad General de Autores celebrado en la Casa de América de Madrid. Ahí si hubo prensa. Un mes más tarde publicó el texto de aquella lectura en la revista Cambio.
En el 2014, cuando García Márquez falleció, el Harry Ransom Center de la Universidad de Texas compró su archivo personal por 2,2 millones de dólares. Y ahí estaba la novela que tuvo hasta diez borradores, pero que, aun así, el Gabo no quiso publicar. Sin embargo, con la idea de conmemorar, además, los diez años del fallecimiento del escritor, los García Barcha, su familia, concluyó que merece ser leída.
La primera vez que García Márquez compartió en público la trama de esta novela fue en septiembre de 1997.
La trama
La novela narra los viajes que cada 16 de agosto hace Ana Magdalena Bach a una isla del Caribe para visitar la tumba de su madre.
A pesar de tener un marido que “la trataba con la cortesía y la complicidad de un amante secreto”, en uno de estos viajes Ana Magdalena decide acostarse con un hombre que conoce en el bar de su hotel.
Después de esto, cada año seguirá cumpliendo la cita con su madre y buscando una aventura erótica. Así, tiene ocasión de estar con un criminal buscado por las autoridades, un obispo protestante del que casi se enamora y un desconocido que al final de la noche le deja 20 dólares de deshonra, entre otros episodios.
La novela narra los viajes que cada 16 de agosto hace Ana Magdalena Bach a una isla del Caribe para visitar la tumba de su madre.
Primera página
Este miércoles 6 de marzo, el Grupo Editorial Penguin Random House lanza la novela a nivel internacional. Y ha publicado la primera página, la misma que compartimos:
Volvió a la isla el viernes 16 de agosto en el transbordador de las tres de la tarde. Llevaba pantalones vaqueros, camisa de cuadros escoceses, zapatos sencillos de tacón bajo y sin medias, una sombrilla de raso, su bolso de mano y como único equipaje un maletín de playa. En la fila de taxis del muelle fue directa a un modelo viejo carcomido por el salitre. El chofer la recibió con un saludo de amigo y la llevó dando tumbos a través del pueblo indigente, con casas de bahareque, techos de palma amarga y calles de arena ardiente frente a un mar en llamas. Tuvo que hacer cabriolas para sortear los cerdos impávidos y a los niños desnudos que lo burlaban con pases de torero. Al final del pueblo se enfiló por una avenida de palmeras reales donde estaban las playas y los hoteles de turismo, entre el mar abierto y una laguna interior poblada de garzas azules. Por fin se detuvo en el hotel más viejo y desmerecido.
El conserje la esperaba con la ficha de inscripción lista para firmar y las llaves de la única habitación del segundo piso que daba a la laguna. Subió las escaleras con cuatro zancadas y entró en el cuarto pobre con un olor de insecticida reciente y casi ocupado por completo con la enorme cama matrimonial. Sacó del maletín un neceser de cabritilla y un libro intonso que puso en la mesa de noche con una página marcada por el cortapapeles de marfil. Sacó una camisola de dormir de seda rosada y la puso debajo de la almohada. Sacó también una pañoleta de seda con estampados de pájaros ecuatoriales, una camisa blanca de manga corta y unos zapatos de tenis muy usados, y los llevó al baño.
