Escribe: Omar Aliaga
Quién lo diría: el bochorno internacional ocurrido con la pista de aterrizaje del aeropuerto Jorge Chávez ha traído una nueva demostración del arropamiento de César Acuña al gobierno de Dina Boluarte. Por supuesto que Acuña es su “wayki” (con el perdón de Oscorima).
El lunes, el gobernador de La Libertad tuvo problemas para volver a Trujillo, tras arribar de España a Lima. No pudo tomar el vuelo a nuestra ciudad justamente por ese incidente vergonzoso en el aeropuerto, por el cual se quedaron varados más de 8 mil pasajeros nacional y extranjeros. Pues entre ellos estuvo Acuña, y por ende no le quedó otra que viajar a Trujillo por tierra.
acuña tiene prerrogativas y poder gubernamental sin estar sentado en Palacio de Gobierno. Es como si tuviera el poder en modo remoto, desde su despacho de Trujillo.
Llegó por la tarde el lunes, y al otro día, por la mañana, en pleno cumplimiento de actividades, dio declaraciones a la prensa. Y la prensa le preguntó por el tremendo roche del Jorge Chávez, que hasta ahora sigue sin ser explicado y sin que se señalen responsables. Entonces, Acuña fue escueto pero concreto, y defendió una vez más al gobierno de Boluarte. Dijo que lo ocurrido no era culpa de este gobierno, del cual es amigo y -diría yo- casi un partícipe más del régimen. Culpó al gobierno de Manuel Prado. Sí, así como lo leen.
«Este aeropuerto se construyó hace tiempo y no previeron el tema eléctrico», dijo, para justificar el bochorno del Jorge Chávez.
Acuña arropó así a Boluarte, nuevamente. Una demostración más. Claro, su partido preside el Congreso, está en el Consejo de Ministros y tiene prerrogativas y poder gubernamental sin estar sentado en Palacio de Gobierno. Es como si tuviera el poder en modo remoto, desde su despacho de Trujillo.
Y parece que está dispuesto a seguir quemándose con Boluarte, pues Acuña, según un reciente sondeo de IEP, es el político más rechazado del país, con 74% de rechazo, por encima de Antauro Humala (73%) y Keiko Fujimori (72%), que ya es mucho decir.
Aunque él diga, mirándose el ombligo, que es «un ejemplo de hacer política», la verdad está en ese altísimo porcentaje de rechazo que debe mirar con los ojos bien abiertos.