jueves, septiembre 19, 2024
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Buey manso o la metáfora de la pusilanimidad peruana

El poeta trujillano César Olivares ganó el Premio Copé de Plata en Poesía con el libro “Buey manso o doce cantos para disuadir al matarife (con interludios)”. Nunca como hoy la connotación de su metáfora cobra un sentido abrumador.

Escribe: Jorge Flores Chávez

Han pasado tres años cuando, de entre cerca de ochocientos trabajos, el poemario Buey manso o doce cantos para disuadir al matarife del poeta liberteño César Olivares Acate, ganara el Cope de Plata y nunca como hoy la connotación de su metáfora cobra un sentido abrumador.

Pocas veces un poeta logra registrar, líricamente, las vicisitudes de toda una sociedad con altos grados de vitalidad u organicidad. Nadie podría desdecir la terrible crisis de familias en la que está inmersa la sociedad peruana. Para el extranjero sensible y educado, es inconcebible la incoherencia social entre un pueblo cuyas raíces ancestrales son el asombro del mundo civilizado y el actual modo de comportamiento social en Perú. Por esta razón el atisbo a nuestro actual modo de ser, de indiferencia ante el sufrimiento ajeno, dicho a través de la palabra artística del poemario Buey manso o doce cantos para disuadir al matarife es un remezón a la conciencia social peruana.

El primer poema es una descripción del sufrimiento de los padres ante la enfermedad de la hija. Aguzado por las penurias económicas lucha contra su dilema y es un Jhonn Q peruano a punto de estallar ante el dilema de su hija, pero ante una leve mejoría se detiene, se abstiene de revelarse: “Ante mis ojos desfilaron rituales diagnósticos facturas y fracturas//Entonces me encomendé a todos los apus disfrazados// de advocaciones”. Y en el primer interludio, la voz poética narra el drama que pervive para cualquier ciudadano por la posesión de algún órgano que le de continuidad a sus seres amados.

El canto 2 persiste la descripción de nuestro sistema de salud oprobioso e injusto en donde se adhiere una prensa parcializada en defensa de este sistema ninguneador. Sistema que con una prensa cómplice de todas sus trapacerías, solo difunde lo que el sistema desea que se sepa, lo demás es silencio“Los heridos pasean como estampitas// o portadas de roja prensa matarife”. Y culmina con una breve historia del cerdo panchito, una vieja costumbre de llamar así a los animales criados cerca a la familia, y que es una propuesta para la metáfora social somos bueyes que dejamos que nos piquen, nos toreen y nos maten o somos como un cerdo a quien engañaron y ahora va al matadero sin chistar.

 El canto 3 propone a la voz poética en el ejercicio de crear y sobre todo de pensar en qué crear y no tiene nada más que muerte y miseria a su alrededor y encuentra su justificación en el compromiso con las generaciones venideras: “¡Oh divina cojudez! // ¡Oh divina conchudez! // ser poeta/ profeta/ probeta// en este país de moscas y guadañas” . Su interludio, que termina siendo el titulo del poemario, muy logrado por cierto, es un bocatto di cardinali porque basándonos en la buena indeterminación de la buena poesía, las metáforas conceptuales juegan al doble sentido y compara a un poema comprometido con la esencia de un ciudadano común y conformista con el sistema que lo oprime: El poema es un buey manso que suele llevar cencerro, con lo predecible que sus actos se vuelven para quien está atento a su enojo.

Canto 4.  Es un poema en prosa que narra con hiperlirismo toda la miseria del barrio donde nació el poeta y  es un excelente ejercicio el echo de burlarse de nuestra realidad; si eres capaz de hacerlo, ya puedes decir que tienes los suficientes filtros culturales para dominar la bestia infernal que llevamos dentro: Perros hipnotizados por el hambre, zapateros y escultores depiladores de terneras, niños sicarios y culmina comparando a su barrio con los intestinos de un elefante: “Barrio escondite de senderistas, emerretistas tramoyistas acribillados// entre las piedras de la madrugada// Barrio de niños sicarios y demás contradicciones” . Su interludio nos sigue trasmitiendo esa ironía fina: la luna, sobre su azotea, es una mujer abierta de piernas, pero también es un pucho agonizante sobre papel mojado.

Los poemas en prosa, generalmente, poseen una lógica interior donde lo narrativo aparecen al inicio y al intermedio del poema; lo lírico se presenta al final. Es decir, no es aleatorio o indiscriminado  sino que sugieren una transición o dislocación de la lectura  que obliga al lector a culminar de leer  como poesía algo que inicio como narrativa.

Canto 5 describe el cumplimiento de una de las tres necesidades básicas de Maslow, la vivienda y si bien es cierto está en condición de petición, la piensa la intuye y la materializa con todas las exigencias de su familia y por supuesto también ironiza pues quiere: “A lo mejor un cuarto// con escalera vascular// para un gato de ceniza” Todos somos cachivacheros y una casa nueva también los acoge.

El interludio si es indeterminado porque el animal que usa, un estornino, ave de vuelo y cantar habilidoso, posee una peculiar forma de hacer su vivienda: acondiciona lo que construye el hombre.  Empero en este canto breve, es comparado con un hombre postrado por la diabetes y con sus partes dispersadas al aire como una diáspora de helecho.

Canto 6.  Versos preñados de sinestesia que crean imágenes sobre la vida del hermano menor que pasa por muchas peripecias desde su nacimiento, crecimiento y su final, como todo ser humano; pero    está narrado por el hermano sensibilizado de amor fraternal: “Mamá se angustia // yo me apuro a envolver tus lágrimas en el pañal // desechable para alejarte de la tristeza”.

El interludio nos describe a una amorosa madre que cuida de sus hijos con todas las costumbres de su grupo social.

Así como no es bueno contar el final de una película de suspenso, yo me detengo acá para invitarlos a leer este poemario vital que nos conmueve y se intensifica en los siguientes cantos y donde las figuras habrán de exponer una característica peculiar en el poblador peruano, especialmente el norteño, la pusilanimidad. Cuánto de atávico tendrá este comportamiento pues debemos recordar el pacifismo ancestral de Caral (mil años de convivencia pacífica) o la supuesta tara genética a partir del proceso traumático de la conquista.

Nuestra actualidad social en esta realidad política actual nos permite decir que si el poeta compara al poblador peruano con un buey manso, un ser castrado para obedecer y bajar la testa ocurra lo que ocurra pues, certeramente, en honor a la verdad es una metáfora tristemente cierta.

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