jueves, noviembre 14, 2024
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Un ministro amigo de Acuña, pero enemigo del Perú

La reciente visita a Trujillo del ministro del Interior, Juan José Santiváñez, ratificó el grado de cercanía del gobernador de La Libertad con el Ejecutivo. Su permanencia en el cargo en esta crisis aguda de inseguridad es responsabilidad de Dina Boluarte y de los partidos que lo sostienen, entre ellos el de Acuña.

Escribe: Omar Aliaga

La última visita a Trujillo del ministro del Interior, Juan José Santiváñez, el lunes 14, dejó en claro una vez más lo bien que se lleva con César Acuña. El gobernador de La Libertad, se sabe bien, es amigo del gobierno de Dina Boluarte, un amigo con derechos del régimen, digamos, porque tiene su cuota de poder en el Ejecutivo.

Pero el impresentable ministro Santiváñez, que tiene una retahíla de «anticuchos» por responder, llegó como invitado para la ceremonia de entrega de camionetas que hizo Acuña para las acciones de seguridad, y acto seguido se escabulló sin dar declaraciones a la prensa.

Antes de irse, eso sí, le hizo un guiño al congresista liberteño Diego Bazán, presente en la ceremonia, quien asintió con pulgar arriba, como diciendo: «Lo que diga usted, señor ministro».

Entre Acuña y Santiváñez hubo sonrisas y palmoteos, reciprocidades y flores recíprocas. No importa que el ministro del Interior sea uno de los responsables del sector más crítico de hoy.



El ministro Santiváñez se fue de la ciudad y, desde Lima, patinó estruendosamente una vez más. Había anunciado con bombos y platillos la captura del “número dos de Sendero Luminoso”, Iván Quispe Palomino; pero no fue tal cosa, pues el tal Quispe Palomino no pertenece ya a ese grupo terrorista, tal como lo aclaró el especialista en temas de seguridad, Pedro Yaranga, sino que se retiró hace años de la organización terrorista junto a su hermana Melania Quispe Palomino, por lo que no ocupa un rol activo en la misma.

El diario Perú21 al día siguiente puso en portada a Juan José Santiváñez con el titular de «Tres patines». Y no era para menos.

Pero el asunto va más allá de la chacota y el ridículo que este ministro impresentable ha normalizado. Es una irresponsabilidad mantener a Santiváñez a cargo del Ministerio del Interior en un momento como este. Y esa irresponsabilidad recae en primer lugar en la presidenta Dina Boluarte, en segundo lugar en los partidos del Congreso que lo sostienen, como es el caso del partido de Acuña, por supuesto. Ellos están conformes con el personaje en cuestión.

A Boluarte, el señor Santiváñez le ha servido como “chaleco”, para sacarse de encima a la Diviac y al coronel Harvey Colchado. A los congresistas le ha caído también de maravilla esa acción del ministro, pues tienen sus propias investigaciones, ellos y sus amigotes. Parece, pues, que su permanencia es la factura por pagar.

Pero cada día que sigue en el cargo es mortal para nuestro país, literalmente hablando. Y eso debería pensarlo también el gobernador César Acuña, que pese a todo se muestra muy contento con Santiváñez.

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