jueves, noviembre 14, 2024
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Mannucci pasó del cielo al infierno en la tarde más dramática del fútbol trujillano

El Estadio Mansiche vivió una tarde de fútbol que quedará grabada en la memoria de quienes asistieron a ver el partido de Mannucci - Alianza Atlético. El equipo trujillano pasó de acariciar el milagro al desconsuelo en apenas un par de minutos. Desde una mirada de la Tribuna Oriente, esta es la crónica de la acontecido.

Escribe: Omar Aliaga Loje

La tribuna Oriente del Estadio Mansiche tiene un aura de cálida intensidad que no alcanza a tener -ni por asomo- la tribuna Occidente ni sus asientos numerados del palco. En Oriente, el sol, en tardes como las de este sábado 2 de noviembre, te da de lleno en la cara, ilumina el gramado donde se libra la batalla del fútbol, se vive el partido a plenitud con la voracidad de una tribuna que te ruge en la oreja, que te arrastra en su propia marea de hinchas.

En Oriente, el fútbol te raspa la piel, se te mete en el cuerpo. Y por eso los goles se cantan con flama en el cuerpo. Y los tropiezos te hunden con la grada.

Después del primer gol del Carlos A. Mannucci, con ese cabezazo estentóreo de Cortés (ese moreno que se iluminó en el epílogo del torneo) en el primer tiempo, la hinchada tricolor, que había copado la tribuna Oriente para alentarlo ante el Alianza Atlético, había roto los momentos de tensión para dar paso a una fiesta ascendente. Las sensaciones eran buenas, los jugadores volvían a imprimir ese ritmo de los últimos tres partidos, ese despertar tardío pero que hacía presagiar el milagro.

El sol todavía resplandecía sobre el Mansiche cuando, a los 10 minutos del segundo tiempo, una jugada atildada desembocó en un tiro justo de Albarracín que hizo estallar al estadio entero y soltar las primeras lágrimas de muchas que vendrían después. Estas primeras lágrimas, claro está, eran de alegría infinita.

El equipo de Mannucci se abrazó en un solo puño en torno a un Albarracín que se quitó la camiseta para festejarlo con su hinchada y que se llevó una tarjeta amarilla (¿hasta cuándo esa absurda norma?).

Lo que se vivió esta tarde de sábado en el Mansiche será recordado por mucho tiempo. Todos, en la tribuna, a través del celular, seguían las incidencias del otro partido clave: UTC versus Sport Huancayo, que se mantenía 0-0, con lo cual Mannucci estaba asegurando su permanencia en la Liga 1. El equipo trujillano, que llegaba a la última fecha con menos posibilidades, sin depender netamente de sí mismo, estaba logrando la proeza.

Y, mientras tanto, su clásico rival trujillano, la César Vallejo, caía 3-0 en el horno de Sullana (descontaría después y terminaría 3-1) y se iba, sin chances, directo al descenso.

Momento de euforia en la tribuna, cuando Mannucci rozaba el milagro.

Pero, decíamos, este partido quedará en la memoria de quienes estuvieron ahí. Porque tuvo los ingredientes de lo que se conoce como fútbol en estado puro.

Después del 2-0, Mannucci se dejó estar. Pueden que hayan sido los cambios que hizo Salomón Paredes. Puede que haya sido el cansancio de un partido que el equipo trujillano jugó con el corazón y al límite. Puede que haya sido la ansiedad de los minutos finales, el miedo a perderlo todo en un tris, los nervios que traicionan. Quizás fue un poco de todo eso.

En el segundo tiempo, Alianza Atlético tomó más aire y atacó a una defensa tricolor que no podía frenar las embestidas. Así, rápido llegó el descuento, a los 63 minutos. Fue una jugada que primero invalidó el árbitro por offside, pero que luego el VAR corrigió y validó. Desde Oriente, no hubo duda: nunca hubo posición adelantada.

Parecía que las piernas aflojaban en Mannucci. La recuperación de pelota no era la misma, las divididas las perdían, la zona defensiva mostraba inseguridad. Pero la tribuna otra vez estalló, pese a todo: se cantaba un gol que provenía de Cajabamba. Increíblemente, Sport Huancayo había anotado un gol a UTC y pasaba a ganar, con lo que Mannucci aseguraba su permanencia en la Liga 1.

Quedaban algo más de 15 minutos y todo estaba saliendo a favor de la épica de Mannucci. El equipo tricolor tocaba el cielo y salvaba la categoría. En Oriente, los hinchas empezaban a alentar con furia, «con furia loca», para decirlo al estilo del Gran Combo. La gente se levantaba, vociferaba, aplaudía, se agitaba. El milagro era posible.



Durante unos minutos, los hinchas se dedicaron a elevar los cánticos y elevar las manos al cielo, distrayéndose de lo que pasaba en el campo, donde Mannucci seguía perdiendo balones, retrocediendo con temor, con ese miedo a perder que paraliza. Estaba claro que los jugadores estaban con la cabeza en otro lado, pensando en ese gol que los podía complicar, o acaso incrédulos de lo que pasaba.

Y así, en ese estado de fragilidad, sobre todo defensiva, llegó el empate de Renato Espinoza tras un centro preciso hacia él dentro del área. Otra vez Espinoza, el mismo del gol de descuento.

El gol casi enmudeció al estadio, arrancó una que otra mentada de madre a manera de requinte. Pero apenas un instante después, mientras se acomodaban en el campo para sacar del centro, en la tribuna se oyó un grito desgarrado:

«¡Gol de UTC! ¡Puta madre, gol de UTC!»

Los ojos de incredulidad, los ajos y cebollas, el silencio ahora sí, ese silencio dramático relleno de preguntas sin respuestas.

El gol de empate de Alianza Atlético en el Mansiche fue a los 93 minutos. El gol de empate de UTC en Cajabamba fue a los 95 minutos.

El desconsolado llanto de Salomón Paredes, DT de Mannucci, tras el pitazo final.

La tribuna empezó a vociferar otra vez, sacudida por el golpetazo, empujaba a los suyos, a que vayan con todo, pues ahora el empate los dejaba fuera de la Liga 1.

«No puede ser, no puede ser», repetía un hincha como una letanía. «Lo teníamos ganado», decía otro, precedido de una mentada de madre. Le gritaban a Heredia, que suba y cabecee la última pelota, el tiempo se extinguía.

Pero aún antes de que el tiempo se extinga, otra vez Mannucci rozó el milagro. Primero fue el arquero, luego la defensa de la visita que acalló el grito de gol. El balón fue sacado de la línea, y ese balón, como un Aleph borgiano, fue la representación de todo lo que pasó esta tarde dramática de fútbol en estado puro. Porque Mannucci tocó el cielo con la punta de los dedos, rozó ese milagro, pero finalmente cayó al infierno del descenso.

Y por eso las lágrimas al ras del campo. La desazón del casi. Los gritos de «lárguense» de una sufrida hinchada que ha visto tantas caídas, pero que nunca pasó por un estado como el de esta tarde. Ese golpetazo fulminante cuando estaba tan cerca de ser una tarde épica que pasaría a los anales de la historia del fútbol trujillano. Pero que no fue.

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