jueves, noviembre 14, 2024
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Historia de un libro que rinde homenaje a los buenos tragos

Hay libros que dan qué hablar, ya sea por su importancia, por su contenido, por su título, por su irreverencia, etc. 'Manual del buen borracho', libro publicado en Trujillo, ha generado una serie de comentarios. He aquí la opinión de nuestro columnista Jorge Flores.

Participé en el Conversatorio sobre el Manual del buen borracho de Robert Jara y en ella se dejó entrever la preocupación por el poco reconocimiento expreso del libro, considerando que se trata de un libro bien escrito y con una irreverencia saludable porque renueva formas de pensamiento que tanta falta nos hace. Como estoy, de alguna sutil manera ligado a esta historia, he decidido decir esta boca no es la de Tume sino la mía.  

La lista de libros quemados en el mundo por la intolerancia son muchos: “1984” George Orwell, «Cien años de soledad» de Gabriel García Márquez, «El manifiesto comunista» de Marx y Engels fueron quemados por cuestiones políticas en sus temáticas.  «El origen de las especies» de Charles Darwin, «Los versos satánicos» de Salman Rushdie, por cuestionar ideas de la iglesia. Autores como Nietzsche, han sido censurados y quemaron sus libros por cuestiones filosóficas relacionadas a la religión. «El cuento de la criada» de Margaret Atwood, «El amor en los tiempos del cólera» de Gabriel García Márquez por sus temas de amor y sexualidad. «El guardián entre el centeno» de J.D. Salinger, “La naranja mecánica» de Anthony Burgess por su lenguaje y violencia.

Sin embargo, para efectos de esta nota, debo detallar el caso curioso del libro Las penas del joven Werther, novela del movimiento Sturm und Drang (Tormenta e ímpetu) en la literatura alemana, de corte romántica y escrito por Wolfang Goethe.  Es curioso porque la censura creo otro libro para contrarestarlo  e incluso obligó al autor a revisar su obra y agregar una recomendación. Esta novela, libro de cabecera de Napoleón Bonaparte, generó un culto inusitado cuyo impacto pronto devino en una fiebre sin parangón al punto que la juventud se suicidaba a lo Werther, los varones y a lo Lotte, las féminas. Cada caso, en esta ola de suicidios, era real y una más estrambótica que la otra y en todos ellos, la novela, estaba entre las pertenencias del suicida. La reacción no se hizo esperar. En el Principado de Sajonia, los censores de Leipzig, prohibieron la impresión y venta, bajo multa. La censura austríaca y danesa también la proscribieron. En España, censores eclesiásticos católicos expresaron «licenciosa elegía del adulterio» y proclive al erotismo, y el Santo Oficio las prohibió.  Friedrich Nicolai, escritor alemán, decidió escribir “Freuden des jungen Werther” (Las alegrías del joven Werther), según el cual Albert, reconociendo las intenciones de Werther, llena las pistolas de sangre de pollo, evitando el suicidio de Werther y cediéndole gustosamente a Lotte.  Goethe, a quien no le gustó el libro corregidor, nunca había imaginado la repercusión y las consecuencias que tendría su obra. En 1787, hizo una revisión de la misma en la que atribuía la decisión de Werther a una enfermedad anímica y hacía esta advertencia al lector: «sé un hombre y no sigas mi ejemplo».

Como verán son libros cuya lectura generaba reacciones en contrario, desde grupos de “elite”, no de sus lectores; ese no es el caso de este libro. Se trataría de una autocensura, de lectores que leyendo el título no acceden a ella o la leen y no la comentan menos recomiendan su compra. ¿Por qué compran Manual del buen borracho, pero no escriben de ello los críticos?  En el evento dijeron que era por cucufatería, por hipocresía, por el título. Creo que la respuesta correcta es por una mixtura de todas las cuestiones anteriores.

Como un testimonio de parte diré que tuve el manuscrito del libro entre mis manos en 2014 más o menos, así como Airport. Les contaré que expresé mi preferencia por el Manual por su extraordinaria irreverencia, pero le pedí que el titulo fuese otro. Las razones se las expuse, pero Robert tiene ese sentido de perseverancia que el pueblo llama terquedad de mula y que yo respeté exponiendo razones de pedagogía universitaria contrapuestas al título y cortamos con: Te edito Airport, no se diga más.

Pasados cinco años la editorial Infolectura del inefable Koky Tume, la editó y por supuesto fui invitado a presentarla en un bar, el sentido irreverente no podía ser más expresivo.  Entre latas de Heineken y Pilsen Trujillo, las palabras, poemas y canciones se fueron sucediendo. No faltaron los sarcasmos citadinos que decían: menos mal que Gabo y Koky no fueron contemporáneos, sino imagina dónde hubiesen presentado Memorias de mis putas tristes.

Recuerdo que solo felicité la publicación y deseé alas y buen viento al libro, por esa época ya algún funcionario me había apodado el Nostradamus de la UCV, porque tenía la osadía de oponerme a alguna propuesta, cuando no estaba bien planteada, al punto que les decía cuál serían los resultados.

Quien lea el libro habrá de encontrar mucho humor y filosofía en sus líneas escritas con ingenio y agudeza: “La broma es el recurso más certero para abordar temas serios” y es que cuando todo lo tomas en serio o formalmente, vas camino al suicidio. Las personas con habilidades diferentes que sanan son aquellas que entienden el poder de reírse de sí mismo para reinventarse.

Me encantó la definición de borracho que va, por supuesto, con mi naturaleza: Dícese de la persona transparente a prueba de polígrafo. O esta: A más borrachos, menos mentiras” “La borrachera es un estado de verdad inducido”

Pecados capitales: “Beber líquidos que no contengan alcohol”

“Entro en una mujer, solo cuando ella me abre sus puertas”;

 “La timidez obliga a estacionarse en el deseo”.

Parafraseando adagios o títulos de poemas o libros: “Confieso que he bebido”, “Todos los caminos conducen al bar”, “Hay hermanos, muchísimo que beber”, “Síganme los ebrios”

Otras están llenas de sabiduría de la vida: “Hay soledades que uno invita, y otras que se cuelan”; “Soy un feo con un alto sentido de la estética”; “La esperanza se nutre de la desgracia”; “No digo que el amor no exista, solo digo que quizá no es como lo pintan”.

Nuestra cucufatería regional es ultra conocida. Cuenta “la leyenda” que es la única ciudad que emasculó  a una estatua, al ángel de la libertad, por una protesta comunal comandada por un grupo de insignes damas. Es una ciudad en cuyo centro histórico, existen 12 iglesias de donde , fácilmente, puede ser la desconocida ciudad de origen de Fernanda Del Carpio, la mujer de  Aureliano Segundo, cuyo ritual sexual e hipócrita obliga al marido  a buscar a Petra Cotes.

Solo sé que no solo me da sed, sino que extraño el Barcito de Foster, el de lodo preto. Lugar donde poetas, periodistas y pintores se reunían para vivir y  generar historias, lugar en donde creo que Braulio de la Barra no hubiese escrito sobre una etiqueta sino hubiese dejado un aforismo profundo en la pizarrita de Foster llena de pensamientos poéticos y contexto políticos,  junto a la que se me ocurre: Un buen borracho es aquel que va de su casa al bar y del bar a su casa.

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