Escribe: Jorge Tume
Desde que en el 2019, los hijos de Gabriel García Márquez, Rodrigo y Gonzalo, anunciaron que los derechos de la obra maestra, Cien años de soledad, habían sido vendidos a Netflix para una adaptación, las alarmas se encendieron.
Algunos sostenían que era imposible llevar a las pantallas una obra tan monumental. Otros anunciaban un fiasco total. Y los más indignados recordaron que García Márquez, por más de 50 años, se había negado a ceder los derechos de la obra por una sencilla razón que la dio a conocer en una entrevista radial en 1991: «Prefiero que mis lectores sigan imaginándose mis personajes».
Pero el asunto de la cesión de los derechos lo explica Rodrigo: «Mi padre, en vida, decía que, si se pudiera filmar Cien años de soledad en muchas horas, en español y en Colombia, quizás lo consideraría. Eso fue lo que nos movió años después a mi madre, a mi hermano Gonzalo y a mí a considerar vender los derechos para que se hiciera la adaptación».
Una vez que los mandamases de Netflix tuvieron en sus manos los derechos de tan rica obra, seguramente sintieron que, en realidad, tenían una papa caliente. ¿Cómo construir un Macondo que solo existe en la imaginación de millones de lectores?
El desafío de la adaptación
Bien sabemos que el proceso de adaptación de la literatura al cine es una aventura que, muchas veces, resulta desastroso. Y es que la literatura y el cine (o la televisión) tienen lenguajes distintos. Y con Cien años de soledad, el desafío era mayúsculo. ¿Cómo hacer real el rostro de Aureliano Buendía? ¿Qué pueblo podía hacer de Macondo? ¿Cómo hacer llover flores amarillas?
«Intentar hacer algo mejor de lo que ya estaba en la novela, era pecar de arrogantes», ha dicho Laura Mora, una de las directoras de la serie, a BBC Mundo.
Se tomó la determinación de que la serie iba a ser colombiana, filmada exclusivamente en Colombia, con actores, en su gran mayoría, de la tierra del gran Gabo. Es decir, también un homenaje al país.
Para empezar, se hizo una rigurosa investigación de las costumbres y tradiciones de la Colombia del siglo XIX y principios del XX. La idea siempre fue lograr una recreación lo más cercana posible a la novela. Luego, el proceso de seleccionar el elenco que iba a representar a los Buendía y otros pintorescos personajes que habitan las páginas de la novela. Eso tomó casi cuatro años, pues se revisaron más de 10 mil perfiles y se visitaron diversos pueblos colombianos para buscar el talento adecuado.
«Nuestro empeño fue mostrar a una familia muy real, colombiana, a la que le pasan cosas mágicas. Y alrededor de eso sumergir a los televidentes en un universo donde se sintieran en Macondo», contó Mora.
Macondo
Otro desafío era el escenario donde se iban a desarrollar los hechos. Macondo no existe, es una invención de Gabo. Muchos decían que estaba inspirado en su pueblo de origen: Aracataca. En la serie debía tener su importancia pues no es un personaje, sino el personaje.
Para tremenda empresa, se cuenta que el equipo detrás de la serie recorrió 11 ciudades y 32 pueblos de Colombia, porque el sitio debía parecer real, con historia y espacio colombianos. Fueron, desde Aracataca hasta la costa Caribe colombiana, pasando por el Valle del Cauca, Meta, Magdalena, Atlántico, Guajira, Cesar, Cundinamarca y Tolima. Había que hundirse en la cultura de las comunidades locales.
Finalmente, se escogió Tolima, particularmente la ciudad de Ibagué y el pueblo de Alvarado, y en un terreno de 540,000 m2 diseñaron cuatro versiones diferentes de Macondo, una para cada época; desde el primitivo de casas de caña y barro, hasta el pueblo con luz eléctrica que pelea por el color de sus fachadas.
El trabajo fue laborioso y el resultado impresionante: el pueblo tiene calles, casas, casonas, iglesias y hasta árboles; es decir, uno de los sets de grabación más grande de Latinoamérica. La escenografía incluye arquitectura colonial, cultivos reales y decorados inspirados en el realismo mágico de Gabo. En su construcción trabajaron decenas de artesanos, arquitectos, historiadores, decoradores y técnicos. También pintores escénicos, carpinteros y constructores.
Luego vino un detalle mayor: Macondo tiene calles (cada una con su placa) que no figuran en la novela; rinden homenaje a García Márquez dentro de la serie. Está la calle Santiaga, como su madre; o la calle Algemira, como se llamaba su abuela paterna; la calle Papalelo, como Gabo llamaba a su abuelo Nicolás Ricardo Márquez Mejía. O la calle Napoleoncito, apodo que Papalelo le endilgó al Gabo. La famosa Calle de Los Turcos se llama Calle Mercedes, en honor a la mujer que el Premio Nobel amó hasta los huesos. Las placas con los nombres de las calles fueron pintadas por artesanos locales y algunas de las imágenes que las acompañan se basan en el archivo fotográfico de la familia.
Pero no se crea que solo se filmó en Macondo. La serie tiene el mérito de haber hecho un viaje por toda Colombia. Se filmaron escenas en varios departamentos y municipios.
Tiempo, colores y música
Cien años de soledad no está situada expresamente en una determinada época. ¿Qué hacer? ¿Cómo darle un orden cronológico a esa historia circular que recorre un siglo? Los guionistas tomaron los pocos hechos que menciona la novela para ubicarla en un tiempo histórico. La Guerra de los Mil Días y la masacre de las bananeras, para ser exactos.
El desafío de la temporalidad fue fundamental, porque eso incluía la vestimenta, de la cual se tenía poca información. Y los colores, porque en cine y televisión los colores son un tema de vital importancia.
En los primeros tiempos, los personajes usan telas en tonos tierra, luego los colores van haciéndose más alegres y variados. Por ejemplo, en la serie, Aureliano Buendía al inicio viste tonos grises, el color de la niebla que cae sobre él. A medida que se convierte en coronel, sus prendas mudan a verdes, el color de las revoluciones latinoamericanas.
Y la música no es un simple acompañamiento. Los productores tuvieron la idea de integrar músicos reales para lograr una atmósfera orgánica. Por ejemplo, en una pelea de gallos, los tambores, las gaitas y los instrumentos de viento crean un sonido como un lamento.
Vestuario
¿Cómo se vestían los Buendía? ¿Cuál era la ropa que usaba la gente de Macondo? Como dijimos adelante, no se tenía mucha información. Catherine Rodríguez, la diseñadora del vestuario, aparte de investigar los registros nacionales de Colombia y acuarelas que representaban la época, leyó muchos libros sobre el autor, el periodo y la moda de esos tiempos. Tenía muy claro que debía producir trajes auténticos representado el acervo histórico y artesanal de Colombia.
Sobre vestuario y look de la época existen pocas fotografías, y de las clases altas. Aparte de libros y relatos de viajeros, los productores visitaron lugares para recrear la apariencia de las personas de las clases populares colombianas. Incluso participaron en una subasta en Estados Unidos para adquirir piezas originales. Es decir, una rigurosa investigación.
Se confeccionaron 40 mil prendas para vestir. Para tan delicado trabajo se contrataron alrededor de sesenta personas y se trabajó en 35 talleres ubicados en diferentes ciudades.
El realismo mágico
Hay muchos más detalles que tomaría mucho espacio enumerar. Porque el realismo mágico de García Márquez tiene matices y detalles. Para cerrar, solo les daremos tres de ellos. Por ejemplo, la novela tiene pocos diálogos. Fue un trabajo laborioso inventar la comunicación entre los personajes.
La escena de la levitación del cura se hizo lo más cercana a como se narra en el libro. Se necesitó la ayuda de unos cables, que después se borraron con computadora para que pareciera real.
En la famosa lluvia de flores amarillas, a la muerte de José Arcadio Buendía, se procuró evitar los efectos especiales. Fue con flores de verdad y de plástico.
Lo que hace unos años parecía imposible, ya está disponible desde el 12 de diciembre. Tras mucho tiempo de producción, el Macondo y los Buendía, que nacieron de la genialidad de Gabo, hoy son una realidad visible. Una realidad en la que Netflix invirtió cerca de 50 millones de dólares.
Claro que ya empezaron las críticas a favor y en contra, pero eso es harina de otro costal. La pregunta que debemos hacernos es qué diría Gabo ante este fenómeno. Rodrigo, su hijo, quien es director de cine y productor ejecutivo de la serie, ha dicho que «Gabo estaría viendo la serie, sin duda».