viernes, enero 10, 2025
Caja Trujillo

Burdel

Estoy seguro que cuando el historiador Pablo Macera acuñó aquella frase de que "El Perú es un burdel" no se imaginaba, ni por asomo, este escenario que hoy vemos en nuestro país.

Jorge Torres Saravia ha tenido la «suerte» de que sea su cara la que grafique hoy el escándalo. Pero, más allá de su cara, está todo lo que es, a todas luces, el burdel más elefantiásico que ha existido jamás en este país.

Este burdel no solo es la presunta de red de prostitutas camufladas entre los vericuetos del Hall de Los Pasos Perdidos, en el Parlamento, y que está en investigación. Es, sobre todo, el emputecimiento de la función pública, de la cual sí tenemos evidencias irrefutables no de ahora, sino desde hace un buen tiempo.

Pero hay que reconocer que nunca como ahora fue el asunto tan abiertamente explicito. Es como si los padres de la patria (qué nombrecito, por Dios) ahora se pasearan descaradamente desnudos, ridículamente calatos y mostrando sus inmundicias por nuestras narices sin ningún ápice de bochorno.

Mochan sueldos. Aprueban leyes que favorecen al hampa. Aprueban leyes para blindar a sus causas que cometieron delitos. Le lavan la cara a Fujimori y sus esbirros. Se van sin roche a China, el país que hace negocios en nuestros países con billetera debajo de la mesa. Se van de viaje con la nuestra. Se van de putas con la nuestra. Celebran la fiesta del nuevo amigo que aspira a ser como ellos en Trujillo. Contratan a una chica de OnlyFans con la nuestra. Violan a mujeres.



Y, encima, luego salen a poner su cara dura ante las cámaras.

Negocian con descaro. Venden su alma con descaro. Hacen de las suyas y todo al son del dinero. Un dinero que ni siquiera es de ellos.

Estoy seguro que cuando el historiador Pablo Macera acuñó aquella frase de que «El Perú es un burdel» no se imaginaba, ni por asomo, este escenario que hoy vemos en nuestro país. No imaginó Macera que lo que veía en ese momento sería ampliamente superado por una degradación del calibre actual.

Y esto lo digo con total sinceridad. Si quien escribe esta columna fuese un proxeneta, si este periodista regentara un burdel, de verdad que estaría indignado por la comparación con el Congreso. Consideraría un insulto la comparación porque este Congreso tiene menos dignidad que cualquier prostíbulo del país.

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