Transcurrían los primeros minutos del lunes fatídico. Aún no había explotado la bomba que destruyó el local del Ministerio Público de Trujillo, pero ya César Acuña estaba devastado (es mi sospecha) por dos bombas que el programa Cuarto Poder había difundido apenas tres horas antes. Miles de kilómetros más al sur, su socia política Dina Boluarte lo estaba aún más: un audio la comprometía con el asesinato del dueño de Frigoinca.
La primera bomba que cayó sobre Acuña fue el descubrimiento de que Juan José Canales Durand compró, en el 2016, un inmueble por 1 millón 200 mil dólares y dos años después lo puso a nombre del líder de Alianza Para el Progreso (APP). Es decir, Canales compró la casa sin declarar que el verdadero comprador era Acuña, quien en ese tiempo estaba en campaña por la presidencia.
La fresa del pastel es que Canales Durand, años después de la compra, obtuvo jugosos contratos con el Gobierno Regional de La Libertad. Hoy es un alto dirigente de APP y figura como un generoso aportante a ese partido. Pero hay más. Según Cuarto Poder, ha estado vinculado a investigaciones por lavado de activos, destitución y tráfico ilegal de menores; sin embargo, el Defensor del Pueblo, Josué Gutiérrez, no tuvo en cuenta esto y lo nombró jefe de Gabinete de la Defensoría del Pueblo. Como sabemos, Gutiérrez llegó al cargo con los votos de APP.
Miles de kilómetros más al sur, su socia política lo estaba aún más: un audio la comprometía con el asesinato del dueño de Frigoinca.
La segunda bomba es el testimonio de una víctima del apepista Jorge Torres Saravia, acusado de ser el cabecilla de una presunta red de prostitución en el Congreso. La pobre mujer, militante de APP, cuenta cómo Torres Saravia la dopó, la violó y la embarazó en un hotel de Pacasmayo. Cuando se consumó esta monstruosidad, el agresor trabajaba para el Gobierno Regional de La Libertad y lideraba la campaña de Luis Valdez al Congreso. Ella también trabajada en el GORE y ayudaba en la campaña.
Lo grave es que ella denunció el caso, pero la Fiscalía archivó el caso. ¿No sabía eso, señor Acuña? ¿No se lo contó su muy cercano Luis Valdez?
Cuando la tercera bomba estalló, seguramente, el hombre de escasa talla sintió que, junto con los vidrios, también se hacía añicos su megalómano sueño de ser presidente del Perú. Y es que, pese a los denodados esfuerzos, un grueso de la población lo responsabiliza de la escalada de violencia criminal. Y no porque sea gobernador de La Libertad, sino por su evidente pacto con el gobierno de la repudiada Dina Boluarte. Poco a poco va saliendo a la luz el enorme poder que comparte con el fujimorismo en las altas esferas del Estado. Y eso, a la larga, pasa factura.
Cuando la tercera bomba estalló, seguramente, el hombre de escasa talla sintió que, junto con los vidrios, también se hacía añicos su megalómano sueño de ser presidente del Perú.
A Acuña siempre se le acusa de ser corto de pensamiento y labia. Es un meme andante, dicen los palomillas. Yo no creo que sea así. No cualquiera construye un imperio económico y político de cero. Por eso no entiendo cómo a diario se dispara a los pies, echando combustible para que la ciudadanía lo catalogue, junto a Keiko Fujimori, Vladimir Cerrón y Dina Boluarte, como uno de los principales responsables de la debacle política, económica, social y moral del Perú. No creo que no se dé cuenta que por más ejército que pida, la gente no olvida que su partido apoya o se hace de la vista gorda con las últimas leyes a favor de los delincuentes; por más camionetas que entregue a la Policía, el ciudadano ve cómo encubre, a través de su bancada, las malas acciones de Boluarte y del Congreso; por más que traiga a ministros a hacer shows, la gente sabe que sus congresistas nunca han tocado al inútil ministro del Interior.
Pero hay una cosa más grave, que puede tener un alto costo político: no pocos están haciendo circular por las redes la hipótesis de que la última bomba está muy ligada a las “bombas” que Cuarto Poder lanzó horas antes. Cortina de humo, que le llaman.
Si tuviera la oportunidad de conversar con don Acuña, le aconsejaría que postule a la presidencia del Perú. Así comprobaría cuan devastador es creer estar por encima del bien y del mal, solo por tener el poder en las manos; cuan letal es creer que la gente se traga, sin chistar, los sapos y culebras.
Postule, señor Acuña. Se lo pido por favor. Aunque mejor no, porque en este Perú nunca se sabe. No faltarán los que derramarán lágrimas de emoción al ver cómo le regala un carro al taxista que casi muere cuando estalló la bomba. Ellos jamás entenderán que hay hombres que regalan la enfermedad y el remedio.