jueves, enero 30, 2025
Caja Trujillo
InicioLa LibertadComplejo arquitectónico San Agustín: una joya de Guadalupe

Complejo arquitectónico San Agustín: una joya de Guadalupe

A dos horas de Trujillo se encuentra la importante ciudad de Guadalupe. En ella se encuentran los vestigios de una joya arquitectónica, religiosa e histórica. Urge que se ponga en valor para rescatarla del olvido e impulsar el turismo en la región.

El 14 de febrero de 1619, un terremoto devastó el norte del Perú. Guadalupe, que se asentaba en Anlape, en las faldas del cerro Namul, quedó hecho escombros. Los lugareños y los Padres Agustinos, con su fe a cuestas, se mudaron a donde hoy se yergue el Guadalupe actual. A pocos días del desastre, el Fray Fernando de la Becerra, prior de la ciudad, ordenó la construcción del santuario de Nuestra Señora de Guadalupe y el monasterio de la orden de San Agustín. Y no pudo ser de otra manera, con la iglesia de Anlape destruida, la Virgen Nuestra Señora de Guadalupe, principal elemento católico de evangelización, urgía un nuevo aposento.

El complejo arquitectónico San Agustín está conformado por el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe y el Monasterio de la Orden de los Ermitaños de San Agustín. Su construcción, iniciada en la segunda década del siglo XVII, se hizo a base de ladrillo y calicanto.  

El santuario o iglesia, que consta de una sola y larga nave, luce espléndidas bóvedas; un estilo gótico que la vuelven única en América del Sur. En el altar mayor reposa “La Perfecta”; a la derecha, yace la capilla oculta, en cuyas paredes existen murales religiosos pintados por antiguos guadalupanos; aquí descansa “La Chapetona”, primera imagen de la Virgen Nuestra Señora de Guadalupe que llegó de Extremadura (España) el año 1560 por gestión del encomendero español Francisco Pérez de Lezcano, fundador de Guadalupe, y uno de los fundadores de la ciudad de Trujillo. La Chapetona solo sale de la capilla oculta durante su festividad, que actualmente se celebra del 26 de noviembre al 10 de diciembre. Aquí, también, se observa la gran cantidad de vestidos de gala que sus devotos, venidos de todos lares, le obsequiaron con fe y devoción. En el baptisterio había una pila bautismal que databa de 1634, pero que desde hace algunos años ha desaparecido.

El frontis del santuario es flanqueado por dos santos, su ala izquierda es coronada por una torre que ostenta un antiquísimo reloj que no funciona; y su ala derecha, por la ausencia de la torre que fuera derrumbada por el terremoto del 31 de mayo de 1970, y que nunca fue restaurada. A la entrada, existen unas catacumbas, clausuradas desde el año 1973, y que fungía de cementerio para sacerdotes y gente pudiente; aunque cuenta la leyenda que era un túnel por donde la Virgen caminaba hasta las faldas del cerro Namul; allí, a vista y paciencia de los incrédulos lugareños que se resistían al catolicismo, se dedicaba a fregar pacientemente los pañales del niño Jesús.      



El monasterio o convento consta de dos claustros, el Blas de Orellana y el Hernando de Maldonado, nombrados así en honor a los arquitectos que los edificaron. Sus estructuras rectangulares, que abrazan amplios patios centrales, son definidas por largos y anchos corredores, construidos con robustas columnas que soportan altas bóvedas.

El claustro Blas de Orellana, esconde un museo del lugar, que no está abierto al público; y en lo alto de su fachada, que da a la plaza mayor, ostenta la antigua campana Angola que hasta hace casi 4 décadas la hacía tañer con fervor, anunciando la misa, “Huaquillo”, personaje guadalupano, de prominente joroba, que falleciera el año 1987. También esconde la humilde y pequeña habitación de Diego Martínez, un fray llegado de México poco antes del terremoto del 1619, quien hacía votos de humildad y se autoflagelaba como Santa Rosa de Lima, y que dedicó su vida al servicio de la Virgen Nuestra Señora de Guadalupe.

El claustro Hernando de Maldonado, de similares características arquitectónicas, ha corrido distinta suerte; desde hace varias décadas fue invadido y ocupado por gente que desconoce su valor arquitectónico e histórico.

En diciembre de 2018, en plena Feria y Romería en Honor a la Virgen Nuestra Señora de Guadalupe, me topé con una grata sorpresa, por inusual. El complejo arquitectónico San Agustín yacía abierto al público. Inmediatamente supuse que se trataba de una casualidad o un descuido, por lo que me apuré a tomar fotos, no vaya a ser que advirtieran el hecho y cerraran las puertas. En ese afán, me crucé con Jorge Rivasplata, joven cercano a la iglesia, a quien le pregunté con premura: ¿Y a qué se debe el milagro de que el complejo esté abierto al público? Azuzado por el tono de mi voz, me dijo, sonriendo: “De aquí en adelante siempre estará abierto al público; el nuevo sacerdote así lo ha dispuesto; habla con él, él piensa distinto”. Luego, me preguntó si acaso me gustaría visitar el museo. ¿Museo? Asintiendo, sacó unas llaves del bolsillo y me invitó a seguirlo. Lo seguí, y nos detuvimos frente a una pequeña puerta de madera que en su parte superior lucía un letrero: “Museo de los Agustinos”. Lo admito, yo no sabía o no recordaba la existencia de este recinto. Mi circunstancial guía, animado, me comentó que estaban trabajando para poner el museo en valor. Emocionado, aplaudí la iniciativa; pues, siempre se le había recriminado a la iglesia su recelo, su falta de apertura al pueblo; y me dediqué a registrar acaloradamente cada rincón, cada objeto del museo con mi cámara fotográfica, como si acaso intuyera que la iniciativa sería apenas flor de un año. Vaya, fue hermoso y esperanzador saber que al fin el complejo arquitectónico San Agustín, una joya arquitectónica, según los entendidos, dejaría de ser un privilegio de los allegados a la iglesia o al sacerdote de turno.

Huelga decir que si el Complejo Arquitectónico San Agustín, declarado Monumento Histórico de la Nación el año 1941 mediante ley 9415, estuviera en la ciudad de Trujillo en vez de Guadalupe, otra sería su suerte: hace décadas que hubiera sido restaurado y puesto en valor, y sería, qué duda cabe, uno de sus principales atractivos turísticos, una de sus más icónicas postales de presentación; el centralismo, aunque negado o solapado, que existe y persiste, le ha jugado en contra.

La iglesia y la Municipalidad Distrital de Guadalupe, desde hace un par de años, con fe y buenas intenciones, vienen trabajando en pro de la restauración del complejo arquitectónico. Se han realizado grandes bingos para tan loable objetivo, a los que la población ha respondido positivamente. Hasta el sol de hoy, se ha logrado, apenas, que el gobierno regional de La Libertad financie el expediente técnico del proyecto. El camino es largo, empedrado de burocracia y centralismo, y, sobre todo, costosísimo.

spot_img
ARTÍCULOS RELACIONADOS
- Advertisment -
Google search engine
spot_img

ÚLTIMAS NOTICIAS

spot_img

Comentarios recientes