Escribe: Eliana Pérez Barrenechea
Somos testigos del avance de una corriente política global que gana adeptos exacerbando los miedos, prejuicios y dogmas de la población, erigiendo a personajes que representan la antipolítica y que cosechan los fracasos de las democracias liberales o las pseudodemocracias que hemos tenido. En el Perú, cuenta con seguidores fanáticos que han ido capitalizando poder.
Uno de los bastiones de esta corriente es el partido político Renovación Popular (antes Solidaridad Nacional) de Rafael López Aliaga, alcalde de Lima e inminente candidato presidencial, que tiene una bancada en el Congreso que legisla bajo criterios fundamentalistas y opera como parte del pacto de gobierno que mantiene a Dina Boluarte en la Presidencia de la República. Otro actor clave en el Congreso y en este gobierno es el partido fujimorista Fuerza Popular, que mantiene alianzas con grupos ultraconservadores de la iglesia católica y de las iglesias evangélicas.
En ambos casos, se trata de organizaciones partidarias del espectro de la derecha, que defienden el actual modelo económico mercantilista y clientelar, que por un lado critica la intervención del Estado como garante de derechos, pero se aprovecha de él para asegurar beneficios a grupos económicos, como los empresarios de la agroexportación, los negociantes de casinos y farmacias, o la minería ilegal, entre otros. Son parte de la fauna internacional que son libertarios de discurso, pero con prácticas contrarias a las libertades individuales y colectivas.
El gobierno de Boluarte es parte de este pacto retrógrado y su aporte es entregarles como trofeo el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables.
El partido Perú Libre, que hizo una campaña bajo consignas de izquierda conservadora, también ha llevado parlamentarios fundamentalistas y abiertamente machistas, que alejados de una postura contestataria han votado junto con la derecha por iniciativas antiderechos y por la instauración del golpe de estado perpetrado desde el Congreso, con el aval del caudillo Cerrón.
El caballo de batalla de estos grupos ultraconservadores han sido las políticas de igualdad de género y las luchas feministas y de organizaciones de mujeres y de la diversidad sexual. No perdonan el cuestionamiento del orden patriarcal sobre el que se sostiene su poder, ni los pocos cambios logrados en una institucionalidad básica que garantice derechos. Estas organizaciones estafadoras ganan poder con la religión y lucran con la fe de las personas, construyendo discursos de odio, cada vez más violentos y más envalentonados.
El gobierno de Boluarte es parte de este pacto retrógrado y su aporte es entregarles como trofeo el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, y con ello, eliminar servicios públicos que hasta ahora respondían medianamente a las necesidades de una población, cuyas condiciones materiales de existencia han sido históricamente vulneradas, lo que significará un retroceso para las mujeres, las familias y las poblaciones más desfavorecidas del país.
¿Por qué importa tanto a los políticos conservadores desaparecer el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, y qué está en juego? Estas preguntas las responderé en el siguiente artículo.