Escribe: Omar Aliaga Loje
La tragedia ocurrida en el Real Plaza de Trujillo no fue un accidente ni un hecho fortuito. Aquí ha habido responsables, culpables, por acción y omisión. Aquí ha habido negligencia, seguro, pero también es seguro que hubo robo, ratería, el desprecio por la vida en nombre del vil dinero, eso que se ha hecho tan latente en estos tiempos en nuestro país.
Me fulmina, como a muchos, las imágenes de dolor de los deudos de quienes perdieron la vida en este hecho que no debería ocurrir jamás en una ciudad que se supone civilizada. Pienso en ese joven policía, en su esposa, en su pequeña de 2 años, que fallecieron abrazados bajo las estructuras desplomadas. Pienso en ello y me amarga el alma, como a todos ustedes, queridos amigos y amigas.
Pero la rabia no nos debe llevar al desvarío o a la histeria. Al menos no a quienes debemos decir algunas cosas en medio de este mundillo al que llaman la opinión pública. De manera particular los periodistas, que nos debemos a los hechos, y sobre ellos debemos trabajar.
Y los hechos nos indican que hay indicios de que esta tragedia avisó de alguna manera, que se pudo evitar si hubiésemos tenido en primer lugar empresarios realmente preocupados por la vida y funcionarios preparados y atentos en su función de servir a la gente, no a sus apetitos básicos.
Sé que judicialmente no será posible verlo comparecer, pero me gustaría ver algún día al señor Carlos Rodríguez Pastor, el dueño de Intercorp, el hombre más rico del Perú, manifestando algún tipo de mea culpa o, por lo menos, alguna condolencia. Alguna palabra debería decir ante esta tragedia ocurrida en el núcleo de su poder económico, en medio de las actividades que agrandan día a día su elefantiásica fortuna.
La actitud de los representantes del Real Plaza ha sido deplorable. Carente de empatía, sin claridad, indolente. Y encima han soltado una serie de medias verdades en televisión nacional sobre su apoyo a las víctimas, y que ha sido desmentido en tiempo real por los deudos.
Mario Reyna ha negado la autorización del uso de la plaza de Armas para la realización de una feria del libro, bajo el argumento de la normativa, pero la inspección que hicieron sus funcionarios en octubre del año pasado no advirtieron nada en el Real Plaza.
La gestión del alcalde de Trujillo, Mario Reyna, va a tener que explicar cómo así no encontraron nada irregular durante su inspección en octubre del año pasado. Él ha dicho que no tienen las herramientas para inspeccionar de manera más técnica y profunda, y quizás aquí tiene algo de razón, pero hay detalles en las estructuras colapsadas que indican que esto podía advertirse: esos parantes que apuntalaban y que han sido señalados por un especialista chileno que tuvo que ver con la construcción de la obra.
Es curioso. Mario Reyna ha negado la autorización del uso de la plaza de Armas para la realización de una feria del libro, bajo el argumento de la normativa, pero la inspección que hicieron sus funcionarios en octubre del año pasado no advirtieron nada en el Real Plaza.
Y aquí hay que mencionar a los oportunistas. El señor César Acuña no está vinculado directamente con el incidente, pero como gobernador y autoridad más visible y poderosa de la región tuvo una reacción tardía el día de los hechos, y el domingo fue a sacarse fotos al lugar del desastre. No lo vimos acercándose a las víctimas de manera presencial, lo cual hubiese sido un gesto importante. ¿O tenía miedo de ir a los velatorios?
El alcalde de La Esperanza, Wilmer Sánchez, ha mostrado su miseria al acudir al lugar de los hechos para tomarse fotos mientras brindaba ayuda. Un oportunismo obsceno y hasta huachafo.
Y el señor Arturo Fernández, que desde la clandestinidad y secundado por su ejército de seguidores han repetido esa letanía de «El loco tenía razón». Nos han querido hacer creer que cerró el Real Plaza por los mismos motivos que han generado la desgracia y que fue perseguido por ello. Un cuento más que, lamentablemente, no pocos creen. Fernández cerró el Real Plaza en diciembre de 2023 contagiado por el crimen ocurrido en el Mall Plaza y argumentando fallas en las instalaciones eléctricas. Nunca observaron las estructuras. Y la misma gestión de Fernández autorizó reabrir el centro comercial a los pocos días, le dio el okey. Nunca más observó nada. Y está prófugo de la justicia por haber sido sentenciado debido a que es un difamador compulsivo.
Pero en tiempos de tragedia, siempre hay espacio para la bajeza.
No caigamos en ella. Peleemos, sí, pero para que aquí no haya impunidad. En nombre de quienes se fueron de este mundo la fatídica noche del viernes.