Entrevista: Domingo Varas Loli [Desde Madrid, España]
«Mario era la mejor risa de América Latina». Así lo recuerda Juan Cruz (Tenerife, 1948), uno de los más fieles amigos del escritor peruano. Lo conoció en 1971 y desde entonces cuenta que hasta el final de sus días fue su amigo, editor y compañero de viajes. «Para mí es el personaje más impresionante del siglo XX», afirma rotundo uno de los mejores cronistas culturales de España, testigo de excepción de las peripecias del boom literario latinoamericano y autor de libros como Egos revueltos en el que desnuda la personalidad de escritores célebres como Jorge Luis Borges y Susan Sontag.
El periodista manifiesta que el mejor libro de Vargas Llosa es El pez en el agua. «Me parece que ese libro lo pone en el nivel más alto de la literatura que se plantea como tema la exploración en el alma de un escritor. Después de leer este libro Vargas Llosa se convirtió para mí en el escritor que a la vez que reía lloraba».
Cruz cree que el autor de La ciudad y los perros nunca se recuperó de la irrupción del padre en su vida. El padre siempre estuvo presente hasta el momento en que ganó el Nobel. El día más apoteósico de la vida del novelista lo encontró en una calle de Estocolmo. Había perdido la voz y tenía que escribir y pronunciar su discurso en pocas horas. Fueron momentos muy angustiosos en los que la sombra del padre le jugaba una mala pasada, cuenta el cronista. Y añade que está seguro que en ese momento Vargas Llosa sentía que algo se le rompía por dentro y esto era, sin duda, el recuerdo del padre.
Mario y Gabo me llamaban: Mario me decía que Gabo era el mejor escritor que había conocido dentro y fuera de América Latina. Y Gabo para que yo le dijera a Vargas Llosa que le había gustado La fiesta del Chivo y había gozado mucho leyéndola.
Otro momento simbólico en la larga trayectoria de Vargas Llosa fue el episodio del puñetazo a García Márquez que reveló el ríspido carácter del escritor arequipeño. Este gesto destemplado marcó el fin del movimiento más importante de la literatura latinoamericana.
Tú conociste de cerca a los dos escritores, por eso me animo a preguntarte ¿qué hubo de opuesto entre ambos que los llevó a cultivar una enemistad hasta el final de sus días?
Creo que no fue una enemistad. Un día se enfadaron y ese día duró toda la vida. Los dos fueron admirables porque jamás dejaron que su malestar contamine las valoraciones de su obra literaria. Mario y Gabo me llamaban: Mario me decía que Gabo era el mejor escritor que había conocido dentro y fuera de América Latina. Y Gabo para que yo le dijera a Vargas Llosa que le había gustado La fiesta del Chivo y había gozado mucho leyéndola. Y recuerdo que hubo algunos intentos para reunirlos, pero no se concretaron porque Mario consideraba que se podía interpretar como una impostura, puesto que Gabo ya no reconocía a la gente. Uno de los animadores de este encuentro fue Héctor Abad Faciolince e iba a tener lugar en Cartagena de Indias.
En tu libro Conversaciones con Mario Vargas Llosa sostienes que le has hecho un millón de preguntas, ¿cuál es la más difícil que le planteaste durante tu larga amistad con él?
La pregunta más difícil fue sobre su pelea con Gabriel García Márquez. Cuando cumplió 70 años le hice una entrevista que duró dos horas y la única pregunta que no respondió fue esta. Yo la hice porque era mi deber como periodista, aunque sabía que no la iba a responder. Era evidente que no quería hablar sobre este tema. No le repregunté por respeto a su decisión personal y creo que no me equivoqué, a veces la repregunta es una grosería en el periodismo.

Ya desaparecido Vargas Llosa de la escena literaria, ¿cómo evalúas su legado?
Para mí MVLL es el mejor escritor de la literatura hispanoamericana del siglo XX junto con Jorge Luis Borges, Onetti, Octavio Paz y Cortázar. Hace menos de un año lo vi por última vez en Madrid. La última vez no le hice una entrevista pero lo escuché hablar con unos chicos en Madrid en contra de la inteligencia artificial. En esta ocasión me contó de su último proyecto: escribir un libro sobre Jean Paul Sartre. Sartre fue una de sus grandes pasiones. Lamentablemente, según fuentes fidedignas de Lima, me aseguran que no llegó a escribir este libro.
La «caricatura» de reaccionario
El periodista y escritor español se niega a referirse a los problemas de salud que marcaron un declive en la trayectoria intelectual de nuestro Premio Nobel. Él dice que lo recuerda como una persona decente, curiosa, un conversador extraordinario y alguien que no tiene nada que ver con la caricatura que mucha gente ha elaborado para presentarlo como un reaccionario.
¿Cuánto crees que pesará su actividad política en la valoración de su obra literaria?
Nunca sentí que su literatura respondiera a su opinión política. Él me dijo hace dieciocho años en una entrevista que él no servía para la política. Él se sentía más un literato y esta es la dimensión que yo más admiro, la que nada tiene que ver con la caricatura con la que lo han desdibujado.