viernes, mayo 9, 2025
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Un digno sucesor: amigos y alumnos del ahora Sumo Pontífice recuerdan su paso por Trujillo

Desde su gusto por conducir una combi, su sencillez al dormir en un cuarto discreto y comer junto a todos, la construcción de la casa agustina poniendo de su propio bolsillo, así lo recuerdan sus amigos, compañeros y alumnos en Trujillo.

Humo blanco en El Vaticano. Habemus Papam. Así El Vaticano anunció a los medios internacionales que tras dos días de cónclave todos los cardenales llegaron a un acuerdo. Y en el norte peruano, en Trujillo, hubo una emoción especial al conocer que el elegido era el cardenal estadounidense y nacionalizado peruano Robert Prevost, quien eligió portar el nombre de León en honor al también papa León I, quien fue un intelectual eclesiástico con uno de los papados más importantes de la historia, según Benedicto XVI. 

Robert Prevost llegó a Perú con apenas 23 años, recién salido del Seminario. Perteneciente a la orden de Los Agustinos, sacerdotes dedicados al estudio de la teología y la formación de nuevos sacerdotes, llegó a Chulucanas, Piura, donde trabajó en una pequeña parroquia llamada San José Obrero de Chulucanas. Con facilidad para los idiomas, pues podía comprender y hablar fluidamente el español, inglés, italiano, portugués y alemán, su talento fue reconocido rápidamente por su superiores, que decidieron enviarlo a Trujillo para continuar su misión sacerdotal.

Una vez en Trujillo, decidió dedicar su vida al estudio y a la ayuda de los desamparados. Pudo conseguir un doctorado en derecho canónico y a la par, con ayuda de todas las personas de las que sabiamente supo ganarse su confianza, fundar dos iglesias: parroquia Nuestra Señora de Monserrat y Santa Rita de Cascia. Amigos como María Yopla, que ayudó al nuevo pontífice a fundar ambas parroquias, recuerdan la abnegación del entonces párroco Robert Prevost, que llevando dos trabajos (como profesor seminarista y ayudando en el obispado) juntaba el dinero suficiente para, de su propio bolsillo, comprar los materiales que se necesitaban para la construcción de la iglesia.

Imagen del padre del hoy sumo pontífice, Robert Prevost, quien fue benefactor de la casa agustina en Trujillo.

Tal era su cariño por el Perú que, durante su día a día, la estola utilizada sobre su sotana traía los colores y los diseños incaicos, estola que había mandado a diseñar a raíz de un manto incaico que trajo en uno de sus tantos viajes al interior de Perú.

Como profesor, sus alumnos, ahora ya sacerdotes, lo recuerdan como una persona extremadamente inteligente, metódica y carismática. Siguiendo la misma rutina del Papa Francisco, solía irse a dormir a las 10 de la noche y levantarse 4 de la mañana para orar, preparar sus clases, presidir la misa entre los agustinos y salir a dictar clases en el Seminario, en el que, por cierto, convivía junto a todos sus alumnos, comiendo en el mismo comedor, paseando por los mismos ambientes e incluso, cocinando y viendo películas con ellos.

Sus alumnos más cercanos recuerdan el cuarto del Sumo Pontífice como la habitación de un intelectual plagada de libros y con una sillón desgastado de los brazos y el asiento producto de años de lectura en la misma posición.

La casa en la que ahora viven los agustinos, también es un recuerdo de su paso por Trujillo. Según sus propios alumnos, el párroco Robert Prevost llegó a Trujillo con la idea de mejorar la calidad de vida de los miembros de la hermandad a la que pertenece. Con el objetivo claro, llamó a su padre, del que por cierto, a modo de agradecimiento, la orden colgó en la pared de la capilla dentro de la casa común, una fotografía de Luis Prevost. El padre del ahora Sumo Pontífice fue el benefactor para poder construir la casa ubicada en la urbanización Santa María.

La habitación en la que dormía el Papa León XIV en Trujillo.

Además, en muestra de su amor por la orden e intentado ahorrar lo máximo posible, estudió conceptos básicos de arquitectura, lo que le permitió diseñar con lujo de detalles la casa en la que ahora reside la hermandad.

Durante los viajes de servicio e integración a Chulucanas, Chiclayo y Lima, lo recuerdan manejando la combi en la que se movilizaban para llegar a todas las ciudades. Sus alumnos lo recuerdan como un gran conductor que a pensar de haber vivido años en Perú no abandona las costumbres viales de su país de origen y manejaba «con todas las de la ley».

Aquel gusto por la conducción de parte de Prevost fue recordado por los agustinos cuando se enteraron de la noticia de que había sido elegido como el nuevo Papa: tanto que le gustaba conducir, ahora tenemos fe en que conducirá muy bien la iglesia.

La noticia de la humo blanco en el vaticano sorprendió a la hermandad comprando la comida de la semana, actividad que interrumpieron y corrieron al hogar común, donde desde la sala de televisión escucharon el anuncio del nuevo Papa. La sorpresa llegó cuando un rostro conocido emergió desde el balcón de El Vaticano para dar su primer mensaje como el representante de la Iglesia, saludando al pueblo de Chiclayo y dando algunas palabras en castellano.

La mesa de noche del cuarto ocupó Prevost guarda los recuerdos de su paso.

En la tarde, luego de brindar incontables entrevistas a los medios de comunicación, la misa fue ofrecida por la sabiduría y la salud de Robert Prevost, homenajeando así su cariño por el Perú y por Trujillo, su misión para con los desamparados y su eterna sencillez.

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