miércoles, enero 8, 2025
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Adoro tanto la Navidad

La Navidad es una de las fechas que genera diversas reacciones y adhesiones en el mundo. Es, sobre todo, una fiesta de unión. Nuestro columnista Robert Jara explica por qué, siendo ateo, le gusta tanto la Navidad.

Si confieso que adoro la navidad, así, a secas, ahí nomás quedaría el asunto. Si confieso que adoro la navidad y que no soy católico, el asunto generaría una ligera extrañeza. Si confieso que adoro la navidad, que no soy católico y que soy ateo, el asunto exigiría una explicación. Si confieso que adoro la navidad, que no soy católico, que no soy ateo, sino que soy agnóstico, el asunto exigiría una explicación más elaborada. Y si, además, confieso que en navidad, no contento con armar un nacimiento y un árbol con mi familia, me aúno a un grupo de pastores y con este salgo a cantar villancicos de calle en calle, de casa en casa, de nacimiento en nacimiento, el asunto ya no solo exigiría una explicación de parte, sino que adquiriría ribetes de locura, de perfecta incongruencia.

Navidad, navidad, blanca navidad,
tu nos encaminas rumbo a la ilusión.
Navidad, navidad, blanca navidad,
no hay canción más bella como tu canción.

Y, claro, no los culpo por exigirme una explicación, si hasta yo mismo, cuando era joven, me la exigía con urgencia.  ¿Cómo es posible que un agnóstico (o ateo, quizá) adore tanto la navidad, que la espere con ansias y que, no contento con armar un nacimiento, un árbol, salga por las calles con los pastores a cantar villancicos? Es una pregunta legítima, pues, mi proceder navideño resulta ser unánimemente una “obvia” incongruencia. Es menester decirlo; pero mientras buscaba una respuesta, algunos me tildaron de loco, de estúpido, de hipócrita, etc.; otros me miraron con recelo, desconfianza, desdén, porque era obvio que, si yo no creía en Jesús, no debería cantarle de nacimiento en nacimiento con tanta devoción.

Todos te gritarán, ¡Cholito!,
¿de dónde llegaste tú?, ¡Cholito!
Todos te creerán, ¡Cholito!,
que naciste en el Perú.

Mi proceder navideño para mí, en el fondo, nunca fue una obvia incongruencia, ni siquiera fue una incongruencia, a secas; fluía, más bien, con absoluta naturalidad, por lo que jamás me sentí ni estúpido, ni idiota, ni hipócrita, ni nada por el estilo; por el contrario, me sentí cómodo, libre, a gusto.  ¿Por qué mi proceder navideño no era una obvia incongruencia para mí como lo era para los demás?  En realidad, demoré en encontrar una explicación racional, lógica, que me satisficiera plenamente:  yo había abrazado a la navidad, desde niño, como un símbolo desprovisto de connotaciones meramente religiosas; la navidad era un símbolo de paz, amor, unión, comunión, solidaridad, armonía, desprendimiento…; era, en suma, un símbolo que auguraba una época de bondad, de humanización, aunque hiperbólica, pasajera.

En noche buena
siento ganas de multiplicarme,
viajar por el mundo
y uno a uno abrazarlos fuerte.

Así abracé a la navidad, por eso no había incongruencia, no había contradicciones; por eso la adoro.  Y cómo no adorarla, si ablanda al corazón más rudo.  Y cómo no adorarla, si inhibe las taras humanas. Y cómo no adorarla, si obra para que el de arriba sonría al de abajo con ternura. Y cómo no adorarla, si trae al ser querido que andan lejos o ausente. Y cómo no adorarla, si aparta al mundo de su egoísta rutina. Y cómo no adorarla, si visibiliza al olvidado, al desposeído, y a la herida ajena que urge cuidado. Y cómo no adorarla, si humaniza, revitaliza, revive, devuelve la familia, el barrio, el amigo…

Papá Noel, sueño ser, para poder regalar,
a la humanidad, risas y felicidad;
y en los ojitos tristones, ver estrellitas brillar,
y en vez de llanto, señores, oír mil voces cantar.

Adoro tanto la navidad que los días de no navidad son solo para esperarla.  Adoro tanto la navidad que los días de no navidad son solo para extrañarla. Adoro tanto la navidad que los días de no navidad son solo para rogarle que vuelva pronto y jamás se vaya. Adoro tanto la navidad que los días de no navidad son solo para cantar en coro:

Yo cuánto diera porque la vida fuera
tan simplemente una noche buena.

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