Escribe: Ray Paz Quesquén
Hoy la tierra y los cielos me sonríen;
hoy llega al fondo de mi alma el sol;
hoy la he visto…, la he visto y me ha mirado…
¡Hoy creo en Dios!
[Rima XVII de Gustavo Adolfo Bécquer]
Dilectos estudiantes, cuando vayan a su primera cita, sea en un parque, en la playa, en el cine, un café, al mirar los ojos de él o ella inclinen levemente los suyos y reciten con pausa este poema, en el verso final claven su pupila en la pupila de su receptor.
Si esboza una sonrisa la cita está ganada, la alegría es la mejor impresión, porque el pensamiento en el fondo advertía Heidegger es un “locus”, un lugar, pensar es generar un espacio, una muralla siempre nace al unísono del espacio, porque lo que protegemos es nuestro lugar de ser, nuestra esencia se manifiesta como un espacio y se oculta dentro del mismo, esto decía el alemán sobre el ser, y a qué viene esta palabrería.
Reciten poemas en su primera cita: no es un acto romántico, es un acto de libertad de entrega de pureza e incitación a la pureza irresoluta que guarda el otro.
Uno es más auténtico donde es feliz. El padre del ensayo Montaigne esbozó que no se hace nada, sino se está feliz. La poesía es una forma de felicidad y Heidegger lo entendió al reflexionar, que la poesía es la esencia del lenguaje y lo es también en el preciso instante del desocultamiento del ser.
Al yo decirle un poema al otro, me desoculto en el preciso momento en el que el otro entiende qué se está desocultando en mí, y cuando la poesía abandona su morada de palabras y signos y adopta la forma del desocultar, puede adherirse al lenguaje del otro ser.
Reciten poemas en su primera cita: no es un acto romántico, es un acto de libertad de entrega de pureza e incitación a la pureza irresoluta que guarda el otro, que en el fondo como advertía Rimbaud es otro, el otro es otro ad infinitum; y ese otro, que acaba de llegar, posiblemente sea yo.