Texto y fotos: Eduardo Zafra
La plazuela El Recreo está plagada de gente. Son las 5 de la tarde. Corre viento, pero el calor no deja de ser infernal. Hoy es 9 de marzo. La marcha por el Día de la Mujer, que normalmente suele realizarse el 8 de marzo, fue aplazada para hoy. La convocatoria fue a las 4:30. Yo llegué tarde. Afortunadamente, llegué justo a tiempo para verlas partir.
El ambiente se siente cálido, se siente el compañerismo. Uno puede llegar a pensar que este movimiento solo es de jóvenes, pero no, hay señoras que fácilmente pueden ser mi madre, arengando y saltando con la vitalidad de una jóven de 20 años.
El recorrido empieza bajando por la avenida España. La gente se detiene a mirar, grabar y alentar la marcha, a otros les irrita que el tráfico sea paralizado y gritan obscenidades, sin embargo, las arengas son mucho más fuertes que los gritos obscenos. La marcha es inclusiva, no solo hay mujeres, también está presente personas parte del colectivo LGBTQI+ y niños. Algunos carteles son dolorosos:
“Soy la tía de las niñas que nunca vas a tocar”. “Hoy vengo por la niñas que no pudieron”. “Estoy sangrando por un país horrible”. “La policía nunca me cuidó”.
Es difícil no empatizar, más aún sabiendo la realidad de un país podrido donde las mujeres son quemadas vivas por hombres que no saben recibir un no por respuesta. A veces solo hace falta leer libros, o ver noticieros para ver casos tan dolorosos e indignantes que pueden llegar a conmover hasta al más incólume.
La marcha llega a la plaza de Armas. Frente al Gobierno Regional realizan un plantón. Policías se acercan a las dirigentes de la marcha para pedirles que se retiren. Los colectivos responden con un rotundo NO, y en lugar de irse arengan: “El que se mueve es macho”.
Los policías se retiran; sin embargo, no se han dado por vencidos, sin previo aviso, un bus perteneciente a USE llega con una docena de policías a cuidar las oficinas del gobierno regional. Intentan hacer retroceder a los manifestantes, nuevamente la respuesta es NO. Por fin los policías se rinden y se limitan a pararse en la puerta del Gobierno Regional.
La marcha sigue avanzando. El grupo llega hasta la catedral. Las protestas vuelven a iniciar. Algunas toman la iniciativa de quitarse la camiseta y mostrar los pechos como acto de protesta. El personal de seguridad de la Catedral se apresura a cerrar las puertas y las señoras dentro de la iglesia miran con desprecio a los manifestantes. Los transeúntes también se quedan asombrados, algunos incluso protestan tocando el claxon de sus autos.
La marcha llega a su fin en el centro de la plaza de Armas. Los representantes de todos los colectivos dan sus palabras finales, buscan inclusión, buscan igualdad de derechos para las mujeres, a todas la mujeres, mujeres trans, mujeres con discapacidad, trabajadoras sexuales, todas por igual. El ambiente es de total hermandad. Incluso veo a muchos conocidos dentro de la marcha.
La marcha ha terminado. Todos regresan a casa, pero no me puedo ir sin sentir un sinsabor. He sentido el dolor e indignación a flor de piel. He sentido la frustración de las mujeres que no son respaldadas por el gobierno ni la Policía y tienen que cuidarse entre ellas. Me voy con un sinsabor, y cargando el peso de que si fuera mi madre, mi novia o mis amigas, yo también probablemente quisiera quemarlo todo.
