lunes, julio 1, 2024
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Crónica: Un sábado por la noche sin el ‘loco’

Trujillo tuvo su primer fin de semana sin Arturo Fernández como alcalde y eso se notó, de alguna u otra forma, en las calles del centro histórico.

Escribe: Eduardo Zafra

Trujillo despierta a las 10 de la noche. Arturo Fernández, uno de los más polémicos alcaldes que ha tenido la ciudad, fue suspendido hace apenas unos días. La noche se siente cálida, a pesar de que el viento golpea con fuerza. Las calles están plagadas de autos, ambulantes y fiesteros.

Llegar a la plaza de Armas puede parecer un laberinto. Es fácil perderse entre las calles del centro de la ciudad; sin embargo, te puedes guiar por los gritos de niños y adultos provenientes del lugar más céntrico de Trujillo. Desde la OR hasta la plaza de Armas hay 4 cuadras y en cada una hay un bar abierto. Desde que Fernández asumió la alcaldía, los bares cierran más tarde, saben que tendrán más clientela.

El centro huele a humo quemado, como si en todos los rincones estuvieran preparando anticuchos. Las luces de los autos te ciegan al pasar y la gente te empuja con desdén para intentar abrirse camino.

Al llegar a Plaza de Armas el panorama no es muy diferente. Autos eléctricos conducidos por niños te dan la bienvenida y te impiden caminar libremente; los ambulantes han abandonado sus puestos de artesanías alrededor de la plaza y ahora ofertan sus productos a pie.



A primera vista la plaza de Armas parece más un club social. Pequeños grupos de personas se reúnen por todo el lugar. En la esquina frente a la municipalidad, seguidores de Arturo Fernández, armados con megáfonos y gigantografías, exigen la salida de Mario Reyna, quien ahora lo reemplaza en la alcaldía. Algunos planean quedarse en vigilia toda la noche, mientras que otros recolectan firmas para la revocatoria de los regidores. Aseguran que la municipalidad está secuestrada y que ellos serán los encargados de fiscalizar todas las obras que se hagan en esta nueva gestión.

En la otra esquina, un grupo de cómicos ambulantes aglomera a una pequeña multitud. Niños y adultos se amontonan alrededor de ellos esperando reír un rato. Antes, era impensable ver a cómicos ambulantes en plena plaza de Armas; sin embargo, parece que las personas han perdido el respeto por la misma. Ahora les da igual pisotear las orquídeas decorativas, echarse en las bancas o tirar basura al piso; basura que, por supuesto, es limpiada por trabajadores municipales que tienen que hacer doble turno para mantener la plaza central impoluta.

El ruido es molesto. Música, voces y gritos se confunden entre la multitud. Las luces te ciegan y el calor te hace querer salir huyendo lo más pronto posible. Afortunadamente hay bares abiertos que pueden servir como una perfecta salida ante tanta gente. Los bares están vacíos y la única persona con la que se puede conversar es el barman.

—Hay demasiada gente, ¿no? —pregunta el barman apenas me senté en la barra.

—Sí, pero al menos hay menos que antes –respondo.

—¿Sabes qué pasa, hermano? Hay cosas en las que yo apoyo al’ loco’; pero lo de la plaza de Armas me parece una pendejada. Cuando salgo a pasear con mi flaca no puedo estar tranquilo, es dar dos pasos y ya hay algún ambulante que te está ofreciendo dulces, pulseras o cualquier cosa, y lo peor de todo es que no se van hasta que no les des plata. Mira, con decirte que la semana pasada estaba paseando con mi sobrino, por acá por Pizarro, y me dice “Tío, hay que ir al parquecito de acá cerca para descansar un ratito”. No sé hermano, a veces no entiendo al ‘loco’.

La plaza de Armas después de la medianoche del sábado.

Son casi la una de la mañana. Los ambulantes empiezan a guardar sus cosas. El viento pega más fuerte y ya empieza a sentirse frío. Los cómicos ambulantes y los grafiteros han desaparecido. La fiesta ya no se prolonga hasta altas horas de la madrugada, como en las semanas anteriores, cuando Arturo Fernández montaba espectáculos con agrupaciones y él mismo convertía a la plaza en su karaoke personal.

Los seguidores de Arturo Fernández, sin embargo, seguirán en vigilia aquí, mientras que tal vez Fernández está durmiendo plácidamente, o quizás está soltando sus gallos en otro lugar ruidoso.

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