Escribe: Omar Aliaga
Debe haber sido el martes 22 de octubre. Ese día, el gobernador de La Libertad, César Acuña, vio frente a él a dos mujeres que le gritaron insultos cuando se embarcaba en el aeropuerto Carlos Martínez de Pinillos, en Huanchaco. Ese día tiene que haberse dado cuenta de la situación real de ardor popular frente a su imagen.
Ese mismo día sucedió, además, el paro general que se realizó en Trujillo contra el crimen organizado, y que tuvo a Acuña como uno de los protagonistas en las pancartas y cánticos de los manifestantes. Debe haber sido, ese martes 22, un día de inflexión.
Acuña sintió que la gente estaba muy molesta con él y que lo responsabilizan por la crisis de inseguridad. Se debe haber dado cuenta de que lo hecho no era suficiente. Y miró al costado: ahí estaba la Policía.
Y llegó, encima, en ese momento, la gota que rebasó el vaso: los manifestantes tomaron la carretera Panamericana en Virú. Entonces Acuña montó en cólera y no lo ocultó en su habitual conferencia de prensa de cada lunes. Criticó a la Policía, pero, sobre todo, criticó a la división de Inteligencia de la Policía. Pidió el cambio total de todo ese departamento, incluido su jefe, el coronel Carlos Ato.
Es clave el cambio de agentes de Inteligencia, y está bien que Acuña sea consciente de eso. Pero igual de clave sería el cambio de ministro del Interior.
En realidad, el pedido no es nuevo. Acuña lo hizo desde hace meses, desde el verano. Pero el Gobierno, que es tan cercano a él, no le ha hecho mucho caso. Ahora el gobernador ha responsabilizado por ello al jefe policial, general José Zavala Chumbiauca, a quien además ya le puso la cruz, pues ha anunciado que se irá en diciembre.
El gobernador envió esta semana un oficio a la Comandancia General de la Policía Nacional del Perú, en el que exige con urgencia el cambio de toda la División de Inteligencia, con el coronel al mando. Pero en el documento, Acuña menciona hechos de corrupción e ineficacia policial. O sea, hoy le reprocha todo lo malo a la misma Policía que días atrás halagó.
La molestia de Acuña responde al hecho de que es la cara visible y sabe que nada de lo que haga en su gestión tendrá validez mientras la criminalidad siga haciendo de las suyas. Es clave el cambio de agentes de Inteligencia, y está bien que Acuña sea consciente de eso. Pero igual de clave sería el cambio de ministro del Interior, pues Juan José Santiváñez tiene otras prioridades hoy, está ahí por un encargo de «chaleco» en la gestión de Dina Boluarte, más que de alfil en la lucha contra el crimen.
Sin embargo, Acuña lo avala, junto a sus aliados en el Congreso. ¿Esperará un nuevo remezón en su contra para ver lo nocivo que es Santiváñez en la cartera del Interior?