Escribe: Omar Aliaga Loje
A Dina Boluarte no la sacaron del cargo por las 49 muertes que hasta hoy siguen impunes y sobre cuya sangre se cimentó su gobierno que ha durado dos años y diez meses. Tampoco la sacaron por su insultante frivolidad que llegó a ser hasta obscena. No la destituyeron a Boluarte por su enriquecimiento ilícito y sus mentiras en torno a los Rolex o las cirugías plásticas. Ni por su desprecio a los derechos humanos y a la justicia supranacional que los protege y resguarda. No la destituyeron si quiera por la inseguridad, por su incapacidad moral permanente.
El Congreso de la República ha declarado su vacancia del cargo porque Dina Boluarte ya no les sirve, porque es un bulto, una rémora, un cuerpo maloliente del cual había que librarse.
A Fuerza Popular, a Alianza Para el Progreso y a Renovación Popular, sobre todo, Boluarte ya no les servía. La sostuvieron con sus votos durante un tiempo en el que ella le dijo sí a todo lo que salía del Congreso, como una secretaria obediente. Les promulgó las leyes que les convenía y les dio plata y ministerios a pedido. Con las elecciones a la vuelta de la esquina, encontraron el momento para librarse de esa carga pesada, el de una de las mandatarias más detestadas del mundo.
José Jerí no podrá decirle que no a César Acuña, tampoco a Keiko Fujimori. Jerí es además un presidente que le debe el archivamiento de su denuncia por presunto abuso sexual al Fiscal de la Nación Tomás Gálvez, el mismo que antes fue salvado por el Congreso.
Tuvo que ver, sin duda, la oleada de indignación que generó el atentado contra Agua Marina, una de las orquestas más queridas del país y un ícono de nuestra cumbia. La condena al gobierno por ese incidente terrorífico le caía también a ellos. Hasta es posible que el rechazo virulento -con lluvia de palos y orines- contra Phillips Butters haya tenido que ver. Sintieron la ola de desprecio en el peor momento: a poco tiempo de las elecciones generales.
Pero ahora la vacancia de Boluarte les ha dado un control más directo del poder. Sin secretaria, sin una tramitadora, ahora pusieron en Palacio a uno de ellos. Porque José Jerí llegó a la presidencia de la mesa directiva del Congreso gracias a un acuerdo entre estas mismas fuerzas que ahora lo tienen como mandatario.
Por tanto, José Jerí no podrá decirle que no a César Acuña, tampoco a Keiko Fujimori. Jerí es además un presidente que le debe el archivamiento de su denuncia por presunto abuso sexual al Fiscal de la Nación Tomás Gálvez, el mismo que antes fue salvado por el Congreso para poder llegar donde ahora justo se encuentra.
Así se han movido las fichas para llegar a este escenario en los que Acuña y Fujimori, incluso Rafael López Aliaga aunque más replegado que antes, siguen mandando con algunas caras nuevas. Y por eso la gente no les cree esa lavada de cara que han intentado darse con la vacancia de Boluarte. Y es que no la sacaron por ser incapaz para frenar la inseguridad; la sacaron por mero cálculo y conveniencia electoral.





