Cada primer sábado de febrero se celebra el día del trago que hincha los corazones de patriotismo: el Pisco Sour. Sí, de esa delicia que cuando uno lo pone entre pecho y espalda, siente que ya puede morir tranquilo.
El Pisco Sour es un trago de sabor indiscutible. Por ello lo toman incluso aquellos que no son afectos al trago corto. Fue declarado Patrimonio Cultural de la Nación en 2007.
La historia cuenta que su origen estuvo signado por la casualidad. Resulta que un tal Víctor Morris, era un gringo que en su país se dedicaba a organizaciones de protocolos, incluida la preparación de tragos.
Gracias al boom minero de Cerro de Pasco, Morris quiso probar mejor suerte, y el 8 de junio de 1903 partió a nuestro país para trabajar en la Cerro de Pasco Railway Company que estaba construyendo la línea férrea entre La Oroya y Cerro de Pasco.
La patria y el pisco
El 83 aniversario de la independencia del Perú, en 1904, se conmemoraba con mucha pompa y se celebraba también la llegada del primer tren que llevaba el número 100 a la estación de Cerro de Pasco. A Víctor Morris se le encargó organizar toda la ceremonia, desde la decoración hasta el preparado del brindis de honor.
Morris tenía la intención de ofrecer el whisky sour, su especialidad; pero fueron más de 5 mil los asistentes, por lo que a falta de whisky se improvisó el cambio de licor. Entró a tallar el pisco peruano. Nació el pisco sour.
La sorpresa fue mayúscula, hasta ahora. El sabor, insuperable. Los paladares quedaron enamorados para siempre de esta mezcla de pisco puro, jarabe de goma, zumo de limón, clara de huevo, amargo de angostura y hielo, mucho hielo.
En 1915 Morris viajó a Lima para quedarse. Anunció en los principales periódicos de la época la apertura del Bar Morris, en el centro de la ciudad. Es ahí dónde la bebida empieza a tener popularidad y algunas variaciones en su contenido. Por eso se dice: Morris lo inventó, el Maury lo perfeccionó y el Bolívar lo popularizó.
Víctor Morris falleció en 1929, en el mes de la patria. Y se quedó en ella para siempre, pues sus restos descansan en el cementerio Británico del Callao.
¡Salud! Vayan a pensar que somos pobres.