miércoles, julio 3, 2024
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El sistema no se toca

Hoy 5 de abril, justamente, se cumple un aniversario más de la implantación de un régimen que sentó las bases del sistema que hasta hoy sigue en pie. En medio de la crisis actual se habla de muchos culpables, pero el sistema se mantiene intacto.

Escribe: Eliana Pérez Barrenechea

#QueSeVayanTodos es el lema que predomina en la opinión pública como medida inmediata frente a la podredumbre del sistema político, y que convoca a marchas de protesta como la de este 5 de abril, fecha en la que se recuerda la instalación de un régimen de facto que legitimó el sistema neoliberal con la Constitución de 1993.

En el debate político hegemónico no se permiten las dudas sobre el neoliberalismo, como si fuera una palabra en desuso que se quedó en los noventa. Nos impusieron el fin de la historia y hoy nos cuesta mucho construir alternativas en un mundo pragmático y urgido que tiende a rechazar las ideologías per sé.

En 1999 ingresé a la Universidad Nacional de Trujillo, a poco de cumplirse una década de la implantación del Consenso de Washington, es decir del inicio del neoliberalismo en el Perú. Fue en la universidad pública donde tomé conciencia de qué era el neoliberalismo. Sin embargo, ya lo tenía en mi recuerdo sin ese nombre. Estaba en modo de culpa porque en plena crisis del “fujishock”, cuando aún era niña, había visto a mi madre contener el llanto, debido a que perdí la cartera en la que llevaba el devaluado dinero para pagar alimentos que ofrecían en la municipalidad a un precio más económico. Regresé solo con la lista de alimentos y la bolsa vacía. La tristeza e impotencia de mi madre era el rostro del neoliberalismo y años más tarde recién lo comprendería.



El neoliberalismo a la peruana va a cumplir 34 años, y nos ha mostrado distintos rostros: el empleo precarizado, la incertidumbre de los jóvenes, la vejez sin jubilación, los cadáveres de la pandemia, las cartas con balas, el futuro con anemia y sin bosques. Nos hace daño, pero pasa de incógnito, nunca es señalado. Es la real mano invisible. Ni en estas circunstancias de crisis se le acusa, siempre hay otros culpables, piezas que cambian para que el sistema no se mueva. Nos creímos el cuento del chorreo y buscamos otros culpables criminalizando a los pobres, despreciando la democracia y los derechos humanos.

La corrupción desmedida hace agonizar a la democracia liberal en el Perú, el neoliberalismo tambalea, pero se reorganiza con facilidad manteniendo la consigna de salvaguarda: el sistema no se toca. Caerá Boluarte, habrá elecciones con nuevas y viejas piezas, pero mientras no pongamos en debate al sistema mismo, construyendo desde abajo un nuevo pacto nacional, el Perú, como el cadáver de Vallejo, ¡ay! seguirá muriendo.

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