Escribe: Róger Santiváñez
El sacerdote piurano Justo Seminario visitaba todos los domingos a su hermana Antonieta Seminario en su solariega casona del centro de Piura. Allí ha sido donde entabla una relación amorosa con una muchacha de origen campesino que servía en casa de Antonieta, ya casada a la sazón con el coronel colombiano Juan Manuel Grau, llegado a Piura con el Ejército de Bolívar.
La joven sale embarazada de Justo Seminario y así es como el bebé Miguelito es asumido por Grau y Antonieta que no tenían hijos (el colombiano era de avanzada edad).
Cuando nace Miguelito, la familia se traslada a Paita para evitar el escándalo del hijo del cura Justo entre las conservadoras familias de la oligarquía piurana. De allí que Miguelito creciera frente al mar contemplando sus bellas mareas y la brillantez proverbial de su luna. La incomparable Luna de Paita.

De modo que Miguel Grau Seminario es, en realidad, hijo del padre Justo Seminario y de la chola campesina que servía en casa de Antonieta (hermana de Justo) y del colombiano Grau. Una auténtica fusión de una familia patricia de Piura (descendientes de Miguel Jerónimo Seminario y Jaime, quien libertó a Piura sumándose al General San Martin) más el hondo y maravilloso pueblo de Piura, mi ciudad natal.
Este es el secreto mejor guardado entre las antiguas familias aristocráticas de Piura, a una de las cuales estoy vinculado por lazos amorosos y familiares.
Cuando yo trabajaba en la revista Oiga, hacia 1987, al enterarme de lo que acabo de contar, a través de una sobremesa familiar en Piura, de regreso a Lima lo primero que hice fue acercarme a don Paco Igartua, director y dueño de Oiga, para sugerirle hacer un gran reportaje sobre el tema en la revista. Don Paco me quedó mirando y me dijo: “¿Estás loco? ¿Quieres que la Marina nos mate?”.





