Escribe: Eliana Pérez Barrenechea
Supe de él tardíamente como muchos, ajenos a la militancia política, cuando su liderazgo como presidente del Uruguay trascendía la pequeña república que lo forjó. Un exguerrillero tupamaro que combatió la dictadura militar de su país en los años sesenta, perseguido, encarcelado y torturado por luchar por la utopía de un país y una Latinoamérica con justicia social y dueños de sí mismos.
Desde el 2010, cuando asume la presidencia, seguía información sobre él en la red, sobre todo los discursos en foros internacionales o en reportes periodísticos que resaltaban sus cualidades sui generis. Una leyenda viva. Un presidente que manejaba su viejo vocho del 87. Que rechazaba la etiqueta y los protocolos. Que prefería vivir en la casa junto a su chacra en vez de la lujosa casa presidencial. Un anciano de vestir llano y verbo cercano, que ponía en crisis el discurso apocalíptico del fin de la historia, y nos hacía soñar con la utopía de otro mundo posible, de otra posibilidad de vida, como la que encarnó.
El 2018, la Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación (ALAIC) organizó su escuela de verano en la Universidad de la República. Fui seleccionada como pasante. Al tener la certeza de ir a Montevideo, una motivación política acompañaba mi entusiasmo académico: conocer a Pepe Mujica en su casa de Rincón del Cerro, en las afueras de la capital uruguaya, a la que acudían visitantes de todo el mundo, anhelando un saludo con el viejo camarada.

Decidida a lograr ese sueño, busqué contactos. Indagué en el gremio periodístico y de comunicaciones, en la militancia partidaria, en la red cultural. La ruta no era clara. Hasta que, gracias a la mediación de un colega peruano, me puse en contacto con el alcalde del Municipio A, Gabriel Otero, militante del Movimiento de Participación Popular, partido del entonces senador Mujica.
El sueño estaba a punto de cumplirse.
Dejamos atrás las calles otoñales de la pequeña ciudad de Montevideo, avanzamos por la carretera, y tras cruzar la zona industrial, la campiña verde se abría de lado a lado. Ingresamos por una carretera afirmada hasta llegar a unos carteles pintados a mano, de forma irregular, que nos advertían: “PARE” y otro mensaje: “DISCULPEN, EL SENADOR MUJICA NO PUEDE RECIBIRLOS POR FALTA DE TIEMPO. GRACIAS”. A un lado de estos, una pareja de jóvenes esperaba con optimismo si Pepe se asomaba para saludarlo. Al vernos, nos comentaron que estaban realizando una ruta en bicicleta por Sudamérica, y se alegraron que pudiéramos acceder a Mujica.
«De hecho, parece que sembramos la idea que triunfar en la vida es tener plata. Si el pináculo del triunfo que estamos planteando es tener mucha plata, y el que no la tiene es un fracasado, entonces, no tenemos que asustarnos que exista corrupción».
El ingreso a la casa rural del expresidente uruguayo se había convertido en un espacio al que llegaban cientos de personas de todo el mundo, sin invitación ni protocolos, para conocerlo y saludarlo, aunque sea un instante. No siempre tenían éxito.
Gracias al llamado de Otero salió el Pepe de su chacra. Pantalón y chompa remangados, tabaquera y encendedor en la mano. Un abrazo fuerte a sus compañeros. Un saludo con sus visitantes. El político revolucionario vivo más grande estaba frente a nosotros. La leyenda en persona nos recibió en el espacio de visitas. Nos sentamos frente a una mesa pequeña y nos preguntó desde dónde habíamos llegado, mientras liaba un cigarrillo.
—La Patria Grande llama, Pepe —le dije, controlando la emoción—. Soy del Perú, de una región llamada La Libertad, tierra de César Vallejo, donde esperamos que puedas llegar pronto.
—Perú… ¿Qué está pasando con el Perú? —me preguntó, y entendí su inquietud.
Era 21 de marzo de 2018. La casualidad y la inestabilidad política del Perú hicieron que lo conociera el mismo día y a pocas horas de la renuncia de PPK a la presidencia. Le di la noticia.
—¿Renunció o lo echaron? —replicó.
Avergonzada, le resumí la historia random de los “Mamanivideos”, los “Avengers”, de Kenyi Fujimori y el indulto ilegal de Fujimori.

—En fin, un continuo de la corrupción política que no terminó con la dictadura fujimorista, y de la que no vemos salida. ¿Podemos tener esperanza? —le pregunté, buscando respuestas a mi desaliento.
Lanzó la colilla por la ventana y tomó más tabaco para prepararse otro cigarrillo, mientras escuchaba mi lamento.
—¿Viste una mosca atrapada en una telaraña? Así estamos. Atrapados en una cultura que es como una telaraña que nos presiona por todos lados. De hecho, parece que sembramos la idea que triunfar en la vida es tener plata. Si el pináculo del triunfo que estamos planteando es tener mucha plata, y el que no la tiene es un fracasado, entonces, no tenemos que asustarnos que exista corrupción.
Los jóvenes y yo lo escuchábamos, pensando en cada uno de nuestros países. Ella de Chile, él de Colombia y yo, de Perú.
—No es solo un problema del Perú o de los países de América Latina. Es esta civilización. La ideología de la acumulación es el trasfondo. ¿Cómo salimos de esto? No tengo la respuesta. Pero las nuevas generaciones tienen que entender que triunfar no es ganar. Es levantarse y empezar de nuevo cada vez que caemos. Triunfar es defender la vida, no para tener, sino para ser felices.
Entonces entendí por qué estaba allí. No sólo la admiración me había movilizado, sino sobre todo la esperanza, y la búsqueda de respuestas frente a la crisis de la política. Si bien el viejo era lo bastante sabio para entender que no tenía recetas, el mensaje era contundente como puño: la corrupción es un signo de nuestro tiempo, producto de una lógica capitalista, contra la cual debemos rebelarnos. Sin bajar la frente.

Caminamos un poco por la chacra luego de la conversación, y al despedirme, le obsequié una edición facsimilar de Trilce.
—Del camarada Vallejo —le dije con cariño y complicidad.
—Vos sabés que una vez fui joven. Y entonces lo leí mucho. ¡Cómo nos acompañó Vallejo!
Mi corazón zurdo lleno de orgullo. Un abrazo inolvidable. Una foto. El sueño cumplido. La convicción intacta.
***
¡Hasta la victoria siempre, compañero del Sur!
Te quedas en la Patria Grande como guía para recuperar el sentido de la política y desde nuestros frentes buscaremos honrar tu vida y persistir en el proyecto de la casa común desde el río Bravo hasta las Malvinas, hasta que la vida sea el horizonte.
