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Feliz cumpleaños, José María Arguedas

Hace 113 años nació uno de los más grandes representantes de la literatura peruana, el gran José María Arguedas. Para celebrar esta fecha, te compartimos un hermoso poema de su autoría.

José María Arguedas Altamirano nació el 18 de enero de 1911. Fue hijo de un abogado cusqueño y una hacendada andahuaylina. Su madre murió cuando José María tenía sólo tres años y en 1917 su padre se casó en segundas nupcias. Al poco tiempo el padre fue cesado como juez hubo de trabajar como abogado itinerante, dejando a su hijo al cuidado de la madrastra y el hijo de ésta, quienes le daban tratamiento de sirviente, de modo que su experiencia afectiva estuvo marcada por el cuidado de los indios quechuas que ejercían de sirvientes en la hacienda.

Fue un narrador, poeta, traductor, profesor, antropólogo y etnólogo peruano. Autor de libros fundamentales como “Los ríos profundos”, “Todas las sangres”, “El zorro de arriba y el zorro de abajo”, “Agua”, “Yawar Fiesta”, “El sexto”, los mismos que lo han llevado a ser considerado como uno de los grandes representantes de la literatura en el Perú.

Introdujo en la literatura una visión interior más rica e incisiva del mundo indígena. La cuestión fundamental que se plantea en sus obras es la de un país dividido en dos culturas (la andina de origen quechua y la occidental, traída por los españoles), que deben convivir.

Destaca también su estudio sobre el folklore peruano, en particular de la música andina. Su contribución a la revalorización del arte indígena, reflejada especialmente en el huayno y la danza, ha sido muy importante.

Fue además traductor y difusor de la literatura quechua, antigua y moderna, ocupaciones todas que compartió con sus cargos de funcionario público y maestro.

El viernes 28 de noviembre de 1969, en su pequeña oficina de la Universidad La Molina, se disparó en la cabeza y murió cuatro días después, el martes 2 de diciembre.

Poco se ha difundido su condición de poeta de gran sensibilidad. Aquí te presentamos su poema “Temblor”.

Dicen que tiembla la sombra de mi pueblo;

está temblando porque ha tocado la triste sombra del corazón

de las mujeres.

¡No tiembles, dolor, dolor!

¡La sombra de los cóndores se acerca!

—¿A qué viene la sombra?

¿Viene en nombre de las montañas sagradas

o a nombre de la sangre de Jesús?

—No tiembles; no estés temblando;

no es sangre; no son montañas;

es el resplandor del Sol que llega a la pluma de los

Cóndores

—Tengo miedo, padre mío.

El Sol quema; quema al ganado; quema las cementeras.

Dicen que en los cerros lejanos

que en los bosques sin fin,

una hambrienta serpiente,

serpiente diosa, hijo del Sol, dorada,

está buscando hombres.

—No es el Sol, es el corazón del Sol,

su resplandor,

su poderoso su alegre resplandor,

que viene en la sombra de los ojos de los cóndores.

No es el Sol, es una luz.

¡Levántate, ponte de pie; recibe ese ojo sin límites!

Tiembla con su luz;

sacúdete como los árboles de la gran selva,

empieza a gritar.

Formen una sola sombra, hombres, hombres de mi pueblo;

todos juntos

tiemblen con la luz que llega.

Beban la sangre áurea de la serpiente dios.

La sangre ardiente llega al ojo de los cóndores,

carga los cielos, los hace danzar,

desatarse y parir, crear.

Crea tú, padre mío, vida;hombre, semejante mío, querido.

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