Escribe: Omar Aliaga
Aunque los seguidores (muchos de ellos fanáticos) de Arturo Fernández pataleen y acusen a las fuerzas del mal y todos los fantasmas apepistas, la verdad es que la vacancia de Arturo Fernández estaba demasiado cantada ya. Digamos que solo se alargó la «agonía». Fernández hizo de todo para alargarla, pero finalmente iba a ser inevitable.
El primer responsable de la suerte de Arturo Fernández es el mismo Arturo Fernández, que creyó que ser un bocazas y un insultador contumaz significaba ser una especie de justiciero del pueblo. Desde luego que sus seguidores creen eso: que sus insultos contra ciertos políticos, autoridades u otros personajes son un acto de heroísmo y valentía.
Pero, no. Injuriar a una mujer (policía) haciendo alusión a su ropa interior y su cuerpo públicamente no tiene nada de valeroso ni de heroico. Calificar a un funcionario (arqueólogo) de ladrón, si no tienes evidencias objetivas, es una difamación pura y dura. Son cosas esenciales que una autoridad debería saber. Pero más pudo el impulso y el show.
De modo que la sentencia por difamación, ya consentida, hizo lo suyo. Era prácticamente imposible que no proceda la vacancia.
Y ahora Fernández no regresa más y tendremos a Mario Reyna hasta el 2026. El examigo y exsocio de la vacada autoridad. Llegó de su mano, y aunque ahora le diga «Judas», la verdad es que Fernández lo defendió a capa y espada cuando le recordaban su pasado apepista.
Que ahora mario reyna se ponga a trabajar en serio y justifique ese cargo, el máximo cargo de la provincia de Trujillo, que le ha caído del cielo.
Lo curioso es que cuando fue suspendido y Mario Reyna asumió la alcaldía de Trujillo, vino la destrucción de la relación entre ambos. Ahora, más recientemente, Reyna volvió a las filas de Alianza Para el Progreso, el partido donde se formó y nació a la política. Digamos que la secuencia de hechos alimenta muy bien la narrativa del «Judas» que apuntalan Fernández y sus seguidores.
La verdad, sin embargo, parecer ser lo de siempre en estos casos: ambos fueron amigos hasta que el poder (¿o la plata?) los separó. Y bien se puede decir que Reyna está en el cargo gracias a Fernández.
Pero ya es hora de que el señor Mario Reyna se ponga a trabajar como alcalde de verdad. Durante estos meses argumentó que heredó un desastre de gestión, pero ya ha pasado un tiempo prudencial. Las pistas (ese desastre inacabable), el trabajo municipal de apoyo a la seguridad, la (pobre) ejecución del presupuesto, esos funcionarios que no juegan ni en segunda división (para usar sus propios términos)… La administración de Reyna sigue en deuda, y no marca una diferencia clara con respecto a la de su antecesor.
Reyna llegó por casualidad a la alcaldía: nadie lo eligió (salvo que, como piensan los seguidores de Fernández, todo haya estado ya previsto). Que ahora se ponga a trabajar en serio y justifique ese cargo, el máximo cargo de la provincia de Trujillo, que le ha caído del cielo.