miércoles, julio 3, 2024
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¿Gareca traicionó al Perú?

El DT argentino asume las riendas de la selección que es considerada nuestro gran enemigo futbolístico. En el Perú se lo quiere mucho, y él también ama al país. Pero ¿ahora?

Escribe: Víctor López

En las próximas horas, los peruanos veremos al profesor Ricardo Gareca vestido por primera vez con el uniforme de nuestro enemigo futbolístico, es decir, con el buzo de director técnico de la selección chilena. No faltan muchas horas para que veamos a quien fue nuestro mejor General siendo presentado al mundo entero con la armadura de la escuadra nacional conocida como La Roja.

Hace algunos días, Ricardo Gareca cruzó la frontera sur del Perú para enrolarse en nuestro rival de toda la vida, Chile, en un hecho que ha dividido a los hinchas peruanos: unos muestran agradecimiento y le desean éxito, mientras que otros están decepcionados y lo consideran un desleal. Sin embargo, en lo que probablemente coincidan todos es que el banquillo del seleccionado sureño es el último lugar en el que se hubieran imaginado verlo. Para colmo, el destino a veces es irónico: Chile será nuestro próximo rival oficial en la Copa América 2024.

El director técnico argentino Ricardo Gareca hizo historia en Perú al clasificar a la selección a una copa del mundo (Rusia 2018) después de treintaiséis años, por salir subcampeón de la Copa América Brasil 2019, por ocupar el tercer lugar en la Copa América Chile 2015, por haber logrado que Perú le gane a Brasil después de cuarentaiún años en la Copa América Centenario 2016, entre otros logros que incluyeron malas rachas cortadas y récords positivos para el seleccionado peruano.

El Perú de Gareca también le ganó a Chile en el que fue uno de los mejores triunfos peruanos en el historial del Clásico del Pacífico: un tres a cero en las semifinales de la Copa América del 2019, partido que terminó con la hinchada peruana coreando “Ole”. Fue goleada y baile. Gareca ya era un peruano más, y un peruano jamás se pondría la camiseta de Chile. O al menos eso pensábamos.



El Clásico del Pacífico es la sublimación de la Guerra del Pacífico, es el último vestigio, la última trinchera. La sublimación -en términos psicológicos- es un mecanismo de defensa que le permite a un individuo o sociedad canalizar sus pulsiones instintivas en actos socialmente aceptados. Las heridas de la guerra de finales del siglo XIX nunca cicatrizaron y la sangre derramada nunca se vengó. En ese sentido, Perú y Chile son dos países socialmente irreconciliables que expresan mutuamente su bronca en un partido de fútbol.

El encuentro futbolístico entre Perú y Chile -catalogado como partido de alto riesgo por la FIFA- no es una guerra, pero se parece mucho; es aquella batalla interminable en la que los soldados mueren y reviven una y otra vez para recordarnos que nunca es suficiente para una revancha más.  

En ese contexto, Ricardo Gareca asumirá el mando de selección nacional de Chile y es plenamente consciente de lo que eso significa. Gareca ama al Perú, no es un traidor, aunque tendremos que acostumbrarnos a que sea nuestro enemigo durante noventa minutos cada cierto tiempo. El profe Gareca siempre estará entre nuestros afectos aunque nos veamos en la obligación de despegar el afiche con su imagen de alguna pared de la casa. Con Gareca tenemos que ser agradecidos y desearle bien, menos cuando juguemos contra Chile.

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