sábado, noviembre 23, 2024
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Hora de leer: Tres poemas a las madres en este día especial

Hoy es el Día de la Madre. Y aunque no haya forma de decir con palabras lo que este ser significa para el mundo, algunos poetas han intentado atrapar su esencia. Compartimos tres poemas, de tres poetas de la región La Libertad: Bethoven Medina, Dina Amada Sánchez Baca y Alejandro Benavides. ¡Feliz día, mamá!

tu cabeza/ el viento/
lentitud de las manos de la rosa
para construir (con la desesperación de haberme mojado)
castillos con mis granadas o aries solemne
-sin tiempo a partir de cero-
atado en último paso al resuello

Ahora con los desposeídos de lo nuestro
sacándome la camisa cuando una estrella cambia de ubicación
me desgrano en tus manos
desvanecida luz/ dejando vacía mi caja/ mis años y esas agujas

La vida
donde calcé el bivirí (abiertos corazones)
y empecé a descolgar palabras
frescos nísperos
-la violencia del brazo-
cordel construido por tu llanto
cuando un kilo de arroz no abastece a la alegría

(Fragmento de: Necesario silencio para que las hojas conversen).

En mis manos quedóse tu ternura,
en mis manos, tu llanto conmovido
que, lacerando mi alma hizo su nido
aquí en mi corazón, con su dulzura.

¿Por qué te fuiste llevándote la pura,
la sacra suavidad de tu latido?
¿Por qué trocaste dicha por gemido
tornando aún mi senda más oscura?

Aún no puedo adecuarme a tu partida,
no puedo, Vida, pues sin ti, no hay vida,
no hay tierra, hierba ni dulzor de trino.

No hay un cambio posible en mi destino,
no hay atisbo de luz ni de alegría
porque, vivir sin ti, es agonía.

In memoriam

Ay, madre… qué frío!
y tú tan solita allí dentro…
dime,
¿La tumba sabe hablar?

Resuenan tus susurros
y las calles me suben a la frente,
hasta que presiento que todo el mundo
sospecha de este pan
que tasca los ojos de aquel que me está mirando
sin decirme: «¡vivo, estoy vivo
aunque me hayas soñado muerto!»
.

Pero las tumbas no tienen alegría,
o la tienen muerta… muy, muy triste.

Te digo esto, porque el corazón me está hablando,
despacito, tibio, como tu cabello frío,
como la tiza de nieve que te envuelve;
como el humo que entona confusas canciones de cuna
en el oído de las tumbas;
como el vapor que sube de estos filos de vaso
que hoy me aprisionan un suspiro…

Mujercita… solo debes estar dormida,
muy quedita allí en la tranquilidad
pero, madre, allí debes ser infeliz…
se te debe olvidar que los domingos van de fiesta,
que los días sufren hambres;
que siempre hay alguien que se olvida de comer
a fuerza de la costumbre;
que siempre hay alguien
que busca en la basura un retazo de la vida;
que siempre hay alguien
que anda pisando la uva y otro bebe el vino
y babea borracho alabanzas al amor.

Ahora que he vuelto, madre,
te he encontrado sola,
pañuelos de luto han revuelto mi cabeza,
dando sortilegios al viento y he corrido niño
a meterme en tu rebozo,
hasta toparme con tu ausencia.

Y es que te veo allí,
humilde y simple como la lluvia,
humilde y triste bajo la luna…
y ya mis sienes no encuentran
la posada familiar a su fatiga,
y vuelvo a verte,
triste,
triste,
simple,
simple
y llana
de pie sobre tu A
U
S
E
N
C
I
A.

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