domingo, diciembre 28, 2025
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Hora de leer: Tres poemas a las madres en este día especial

Hoy es un día muy especial. No hay forma de decir con palabras lo que la Madre significa para el mundo, pero algunos poetas han intentado atrapar su esencia. Compartimos tres poemas, de tres poetas peruanos: César Vallejo, Abraham Valdelomar y José Santos Chocano. ¡Feliz día, mamá!

Madre, me voy mañana a Santiago,
a mojarme en tu bendición y en tu llanto.
Acomodando estoy mis desengaños y el rosado
de llaga de mis falsos trajines.

Me esperará tu arco de asombro,
las tonsuradas columnas de tus ansias
que se acaban la vida. Me esperará el patio,
el corredor de abajo con sus tondos y repulgos
de fiesta. Me esperará mi sillón ayo,
aquel buen quijarudo trasto de dinástico
cuero, que para no más rezongando a las nalgas
tataranietas, de correa a correhuela.

Estoy cribando mis cariños más puros.
Estoy ejeando ¿no oyes jadear la sonda?
¿no oyes tascar dianas?
estoy plasmando tu fórmula de amor
para todos los huecos de este suelo.
Oh si se dispusieran los tácitos volantes
para todas las cintas más distantes,
para todas las citas más distintas.

Así, muerta inmortal. Así.
Bajo los dobles arcos de tu sangre, por donde
hay que pasar tan de puntillas, que hasta mi padre
para ir por allí,
humildóse hasta menos de la mitad del hombre,
hasta ser el primer pequeño que tuviste.

Así, muerta inmortal.
Entre la columnata de tus huesos
que no puede caer ni a lloros,
y a cuyo lado ni el destino pudo entrometer
ni un solo dedo suyo.

Así, muerta inmortal.
Así.

La misma mesa antigua y holgada, de nogal,
Y sobre ella la misma blancura del mantel
Y los cuadros de caza de anónimo pincel
Y la oscura alacena, todo, todo está igual…

Hay un sitio vacío en la mesa hacia el cual
mi madre tiende a veces su mirada de miel
y se musita el nombre del ausente;
pero él hoy no vendrá a sentarse en la mesa pascual.

La misma criada pone, sin dejarse sentir,
la suculenta vianda y el plácido manjar;
pero no hay la alegría ni el afán de reír

que animaran antaño la cena familiar;
y mi madre que acaso algo quiere decir,
ve el lugar del ausente y se pone a llorar…

Cruza el hombre la vida cual meteoro
Que fugaz rasga el cielo de la pena,
Teniendo el alma de ilusiones llena,
Buscando risa y encontrando lloro;

Pero la madre, –un corazón de oro–
Endulza siempre la vital faena….
Siento menos pesada mi cadena
Cuando digo a mi madre: ¡Yo te adoro!

Yo quisiera cantar a esas mujeres
Que si ósculo de amor dejan impreso
Imprimen esperanzas de placeres…

¿Por qué será, que el celestial exceso
Del sublime cariño de esos seres
Sólo puede decirse con un beso…?

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