Poema
A lo mejor hay una línea que sobrevuela la muerte
y respira en el poema.
De pie ante un destino que muge,
los trémulos ojos de extranjero
detenidos en el recibidor. La espiral de insignias y sellos
que nada dicen de nuestro nombre apenas entrevisto.
Cuando de pronto, sin consultarnos, se nos echa de la vida
con la casa a medio hacer
o la pavesa de lo nunca sido entre los dedos.
Soñando con sujetar lo que veloz y fugazmente bate
en la opacidad del verano
nos confiamos al metal que cede en la hoja,
ligamento de una otredad que libremente gesticula,
agua llevándonos río abajo a una inviolada memoria.
Negados astros resbalan de nuestro índice
–poder incierto de las gloriosas aguas,
satélite ebrio de días siempre inaugurales–
y es nuevamente pura la confusión de los ojos.
Manos
If my craft is blest;
if this hand is as
accurate, as honest
as their carpenter’s
WALCOTT
Tienen mis manos las molduras de mi padre,
mas en ellas un viento sordo
construye su casa violenta a oscuras.
Adivino mejor, ahora que lucho con palabras
para encontrar el poema,
el cepillo de mi abuelo deslizándose
sobre la tosca madera recién cortada
hasta dejarla como el pómulo de un jacinto.
Persigo el camino del punzón sobre la piel de añosos árboles,
la figura que, al final, asciende a la superficie,
revelando su amordazado grito en la hondonada
–testigo de un origen proscrito a nuestra búsqueda–.
La labor de perforar en lo secreto, duro e inflamable.
La destreza de detenerse cuando, del otro lado,
algo nos advierte del peligro de seguir acercándonos.
Muerto, cuando apenas dispuse de seis días
para intentar saludar al mundo,
sus manos son ahora un indescifrable tallado en el aire.
En pie siguen las puertas, las mesas, los muebles que hizo,
receptando el tedio y la ventura de las generaciones.
Enclave
El poema está listo.
Eleva casas, puentes, barcas hundidas,
aves de diversa estación migratoria, vidas
que hacia todos lados se desplazan.
Hace realidad lo que no se toca
y simple fábula lo palpado todos los días.
El poema está listo. Yo estoy en otra parte.
El que estuvo escribiéndolo al pie del aserradero,
ha desaparecido.
Desde el vidrio del poema
veo su último retrato, enjambre en vilo.
El poema está aquí, tiene forma humana, animal,
de mesa, calle, estrella. Ocupa mi espacio,
que ya no es propio. Respira por mí, habla por mí,
en una olvidada lengua por nuestro cansancio.
El poema está listo. Le es entendible
el trémolo final de la tierra.
Roer no es necesario.
Denisse Vega Farfán
Nació en Trujillo, en 1986. Es autora de los poemarios “Una morada tras los reinos” (Centro Cultural de España & Lustraeditores, “Premio Poesía Joven del Perú”, 2008) y “El primer asombro” (Animal de Invierno & Paracaídas Editores, 2014), título último que concretó una edición en México por Proyecto Literal en el año 2019. Así como de la plaquette “Hippocampus” (La Propia Cartonera, Uruguay, 2010). Ha publicado en otras lenguas “Une demeure après les règnes” (Paracaídas Editores, 2013). Poemas suyos han sido traducidos al inglés, francés, chino, italiano y alemán, apareciendo en diversas antologías y publicaciones especializadas. “Fiesta” es su más reciente publicación (Alastor Editores, 2021).