Escribe: Jorge Flores Chávez
¿Tenemos una identidad cultural peruana?
Tenemos gustos que nos unen, la música, la gastronomía y el futbol. Pero una de las principales características que une pueblos nos falta trabajar: el idioma. Y es que, dentro de los muchos aspectos, este adolece de un proceso de normalización de términos toponímicos que demuestran el poco trabajo académico y profundo, como si lo hay en los países con identidad cultural, que hasta se permiten diccionarios de jergas, replanas y toponimias. Por ejemplo, el topónimo Huamachuco que aún es confundido como vocablos quechuas y sin embargo no se encuentra el significado de Chuco y sin ningún sustento lingüístico, cultural o geográfico dicen que es Gorro, cuando ya Cerrón Palomino lo reconoce como termino Culle que significa región.
Antecedentes
Antes del descubrimiento de Caral, nuestra identidad cultural arrastraba un serio cuestionamiento de procedencia. Ahora al saber, por ciencia, que podemos ser la cuna de la civilización en América, poseemos una solvencia histórica y cultural extraordinaria para fundamentarla. Un logro mayúsculo es el hecho de evidenciar que vivieron mil años de mil, en forma pacífica. Existen cuatro damas, ya reconocidas y cerca de seis más, que desde la antigüedad nos singularizan ante el mundo; el respeto por la mujer que pocos pueblos pueden evidenciarlo: La dama de Cao, La sacerdotisa de Chornancap o la Sacerdotisa de San José de Moro y la dama de los cuatro tupus. Este trato inusual en la cultura occidental, para con las mujeres, aparece en la literatura de nuestra región, pero no prima en todos, más que por proceso de lecturas e instrucciones, como un componente muy fuerte en la cultura culle de esta región de La libertad.
El gen pacifista del pueblo norteño marca una diferencia poderosa en las formas de resolución de los problemas el poblador andino del norte. Esto también se registra en muchos pasajes de la literatura regional.
El culle, idioma extinto, une a pueblos asentados en los parajes interandinos de La Libertad, Lambayeque, Piura, Cajamarca, Áncash y una parte de Tumbes que es necesario observar a fin de plantear como las costumbres van a mostrar una raigambre cultural y su aporte es vital para nuestra peruanidad.
La costumbre como un recurso vital de revaloración ancestral de nuestros valores
La vieja polémica del arte por el arte y de la literatura comprometida es el único obstáculo cultural que lucha por no profundizar sobre temas costumbristas y locales. El shulca, consciente de este fenómeno cultural, nos legó esta idea: “El pensamiento abstracto y desinteresado no existe. La metafísica y la propia filosofía a base de fórmulas algebraicas, de puras categorías lógicas, significa siempre un movimiento inconsciente para servir intereses y necesidades refoulés (reprimidos) del filósofo”. Esto significa que si no somos conscientes de esta situación nunca podremos trabajar nuestra identidad. Porque al igual que todos los buenos procesos, que culminan exitosamente, deben ser profundos y serios. La cultura se nutre de una particularidad regular, la costumbre. En ella radica nuestro pensamiento filosófico o nuestro sistema de valores. Este insumo cultural se ve reflejado en sus obras y a partir de ellas un autor propone una ficción cuya propuesta apoya o no apoya a su cultura nacional. Sin querer cada autor introduce en sus obras los intereses de su grupo social.
Vallejo, la costumbre, el indigenismo
El cholo es universal y el único peruano antologable antes que nadie. Lo hizo a pesar de que, por esos años, se recomendaba no usar términos locales y él usa términos culle en su poesía. No plantear costumbres porque por ser localistas nunca te permitirían ser universal era la consigna. El poeta nunca abandonó sus costumbres y las usa para universalizar conceptos e ideas occidentales que se convierten en sendos mensajes pedagógicos a favor del ser humano.
Clorinda Matto de Turner, toca las costumbres y a los personajes andinos a quienes convierte, maniqueistamente, en seres tan puros que parecen personas con deficiencias mentales. Enrique López Albujar, expone lo suyo a niveles espeluznantes de barbarie y brutalidad que no reivindica mucho. Ciro Alegría mejora un poco la visión de las costumbres y los personajes y los propone como son; pero aún es un autor bien intencionado que desde su torre social propone buenas historias. Arguedas es, quien sabe, un autor que, pese a su torre social, propone las costumbres tan auténticas que hoy lo han universalizado, pues creo que es él más traducido. Incluso nos muestra los diálogos coprolálicos del nuevo indio, del futuro peruano y se atrevió a pronosticar que del fermento social de Chimbote nacería nuestra identidad cultural. Considero que su fundamento de inmigrantes no aceleró este proceso. Se le olvidó que era una ciudad nacida en el arenal, sin raíces ancestrales; casi como lo que les sucede a los argentinos y chilenos que al no tener raíces les cuesta fundamentar su identidad cultural.
El poeta nunca abandonó sus costumbres y las usa para universalizar conceptos e ideas occidentales que se convierten en sendos mensajes pedagógicos a favor del ser humano.
La literatura regional liberteña
Existe todo un diccionario de autores liberteños cuya buena intención no basta para impulsar nuestra identidad, de ese modo solo propondré a quienes considere que su trabajo serio está contribuyendo con este propósito. Carlos Santamaría un poeta y editor se ha dado a la tarea de rescatar del olvido a autores liberteños cuya producción cuentística es tan respetable como generosa en este tema de revalorar nuestra cultura regional. Autores como Ángel Gavidia, Adolfo Alva Lescano, Teodoro Bernabé, Luis Flores Prado, Carlos Sánchez Vega, Juan Morillo, Edwin Coronel, Lorenzo Morachimo, Berlín Hilario, Luis Cabos Yépez, Alberto Alarcón, Gonzales Viaña, Gloria, Pierre Castro, Elmer López, Gerson Ramírez y finalmente a un autor joven cuya producción preñada de costumbres Culles son magistralmente propuestas al punto de la exquisitez y del gusto de la crítica limeña e internacional.
Dada la valla tan alta del Shulca proponer en este género a quienes difunden poemas que contribuyan con nuestro acervo y cultura ancestral, es casi temerario proponer un listado. Pero he de arriesgarme al proponer voces como Ángel Gavida cuando dice:
Quizás Dios no creo la soledad / quizás la soledad y Dios nacieron juntos / y juntos se amamantaron de una pena que venía de lejos… / Quizás… quizás por eso / la soledad fue triste / y Dios se hizo distante.
¿Y si el puquio es un niño, en medio de la pampa, abandonado?
Robert Jara: “Imposible aplaudir la atmosfera de humo, de miedo / la pampa la aldea el camino repleto de huesos rotos en que me diste tu sangre / Imposible a veces loco abuelo no anhelar venir de un beso enamorado, de un beso consentido, de una manta tibia, detrás de una puerta no pateada; sin morir de rabia de pena y de vergüenza / Imposible abuelo dejar de ser tu nieto” O el último ganador del Cope de plata, el docente universitario e integrante del grupo Renacer, de esta alma mater, César Olivares Acate, quien nos propone una nueva lectura de las costumbres laborales de nuestro dolido pueblo:
Mi padre, vendedor de periódicos
Así como algunos heredan tierras, casas
graznidos de nieve o breves rocas frente al mar
mi padre heredó de la abuela
un puesto de periódicos en el corazón de la ciudad
Cuando era joven, trepado en una bicicleta oxidada
recorría calles garúas pistas salpicadas de madrugadas
y gritaba tristes noticias perforando los oídos de la urbe
Nosotros también pregonamos desde pequeños
nombres de diarios / opúsculos / rabietas
intentando seguir la frecuencia acompasada clara
la sinfonía de papá
Y mi padre fue poniéndose grande de días y metrópolis
Al otro lado de su máquina de pedales
vio crecer nuestros sueños en calles pavimentadas de esperanza
intentando alejar al insecto de la pobreza con la energía
de sus abductores
A fuerza de coyuntura sus sueños se poblaron de pelusas blancas
Ahora lo observo cabizbajo con la telaraña del dolor
instalada para siempre en sus ojos glaucos
ojos que lloran la ausencia del hijo desaparecido
ojos que intentan mirar en allegro cuando todo es adagio
Mi padre y su puesto de periódicos han envejecido juntos
y juntos son pasado, arquitectura y paisaje
El día que le toque partir
tal vez montado en una bicicleta de acordes
seguro recogeremos su sombra con olor a tinta
su alma de papel periódico como última noticia gritada en la ciudad