domingo, diciembre 28, 2025
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La cultura en el Perú: un caballo de troya en la agenda política

Y ya que en el próximo año tendremos elecciones generales, ¿qué candidatos incluirán políticas culturales en sus propuestas? ¿Cuántos de ellos se atreverán a priorizar nuestras necesidades culturales en sus planes de gobierno?

En nuestro Perú de maravillas absurdas, la cultura se ha convertido en el gran olvidado de la política. Mientras la corrupción y la delincuencia hacen de las suyas, nuestros ilustres gobernantes parecen ignorar que el verdadero nervio de una nación radica en su cultura. Y no se trata de cuidar el “patrimonio” como si fuera un traste viejo en la casa de la abuela; se trata de construir una identidad fuerte y crítica en medio de tanto caos.

El Ministerio de Cultura es un verdadero chiste, y no precisamente de los buenos. ¿Cuántos ministros han pasado por allí desde su creación hace más de quince años y qué han logrado? En lugar de una noble trayectoria, parece un torbellino de improvisación y desencanto. Cada uno llega como si fuera el salvador de la nación, pero termina siendo solo otra pieza de un rompecabezas que nunca encaja. ¿Y la ciudadanía? Bien gracias, atrapada en su ignorancia cultural, mientras le preguntan si «cuidar» el viejo patrimonio es suficiente para salvarnos.

Los ciudadanos no comprenden que el Ministerio debería ser un aliado en la lucha contra el machismo, la corrupción y la violencia. Pero, por supuesto, ¿cómo podrían hacerlo? El Estado ha hecho un trabajo excepcional—en el sentido más irónico—de desinformar y descuidar este ministerio, dejando a la gente en la oscuridad sobre su relevancia. La inacción de este organismo es un boomerang que vuelve a golpear a la misma gente que dice defender. En lugar de ser un símbolo de esperanza cultural, se ha convertido en una triste broma que permite que la mediocridad impere.



La cultura debería ser nuestra arma en la lucha contra el cáncer social que nos consume. Sin embargo, el Ministerio ha fracasado en empoderar a las comunidades. En lugar de fomentar el acceso a actividades artísticas, talleres y espacios de reflexión crítica, solo se limita a custodiar un patrimonio que no habla a la gente del común. Los «puntos de cultura», que podrían ser focos de creatividad, son mal gestionados y poco promovidos, dejando a la población sin herramientas para construir una conciencia colectiva.

Ahora, no es suficiente con abrir más “puntos de cultura”; necesitamos que la cultura sea considerada una urgencia, no un simple complemento. La inversión en cultura no es un lujo, sino una necesidad. En otros países, este tema es una prioridad, mientras que aquí, el desprecio es la norma. Si quienes dirigen el barco cultural no lo comprenden, estamos atrapados en una tragicomedia de la que todos somos, lamentablemente, protagonistas.

El Perú necesita una revolución cultural. Sin ello, cualquier cambio político será una ilusión vana. No podemos seguir aceptando esta inercia; es hora de que la cultura se convierta en la herramienta de transformación que nos haga libres.

No hay tiempo que perder. Las políticas culturales deben ser el núcleo de nuestra sociedad, no una anécdota más en el gran libro de las promesas incumplidas. Si queremos un futuro diferente, es nuestra responsabilidad exigir que actúen. Porque, sin cultura, el futuro será tan sombrío que ni los mejores cuentos de terror podrán igualarlo.

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