martes, abril 15, 2025
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La fórmula mediática e identitaria de Guadalupe

Todo pueblo tiene en su devenir histórico ciertos elementos ―personajes, sucesos…― cuya importancia es tal, que trascienden los colores políticos, sociales, religiosos, etc., y escapan de la fugacidad de lo cotidiano y se instalan en el imaginario colectivo; y Guadalupe no es la excepción.

Allá en el norte peruano,
al pie del cerro Namul,
cuentan que al son del viento
danza la flor del arrozal.

De los elementos especiales, en Guadalupe existen tres. Sus logros ―popularidad y reconocimiento― ganados por méritos propios, no son egoístas, como suelen ser; poseen, más bien, la bondad de traducirse en logros para su terruño.

Su valía inequívoca, que tiene además la bondad de forjar un sentimiento identitario, un motivo de pertenencia y orgullo, se hace patente cuando un coterráneo comenta estando lejos: Yo soy de Guadalupe. Y la sola declaración basta para que se libere el resorte mediático, y el circunstancial interlocutor dispare una u otra expresión consabida: ¡Eres de la tierra de Caribeños!, ¡Eres de la tierra de Marina Mora!, ¡Eres de la tierra del sánguche de pavo!

La popularidad de Caribeños de Guadalupe, cuyo mérito se sustenta en su trabajo musical, y el de Marina Mora, cuyo mérito se sustenta en su trabajo en el mundo de la belleza, ha sido acelerada, extendida, amplificada, por los medios de comunicación; pues, la naturaleza humana y artística de ambos, los hizo blancos perfectos y cotidianos de los noticieros, de los programas de farándula, de las notas periodísticas, etc. El sánguche de pavo, por su parte, cuyo mérito se sustenta en su sabor y calidad gastronómicos, gozó de la mejor publicidad que existe en el mundo, aunque lenta, pero segura y constante, la publicidad de boca en boca, por radio jeta, como se dice; y legitimada con la boca.

Caribeños de Guadalupe, orquesta del lugar.

Sin importar los mecanismos de propagación de la popularidad alcanzada por las tres marcas, porque en eso se han convertido, éstas son asociadas inequívocamente a Guadalupe; la gente, podríamos decir, sin perder objetividad, asume, inconscientemente que Caribeños es Guadalupe, que Marina Mora es Guadalupe, que el sánguche de pavo es Guadalupe. Y estas tres identidades individuales se pueden condensar perfectamente en una sola, colectiva, a la que denomino la fórmula mediática e identitaria de Guadalupe:

Guadalupe = Caribeños + Marina Mora + sánguche de pavo

La orquesta Caribeños de Guadalupe fue fundada el 8 de agosto de 1971 por don Santiago Aspericueta Reyes con el nombre de Rithm boys. El año 1985 fue renombrada como Caribeños; y en la década de 1990, como Caribeños de Guadalupe. El año 1996, graba su primer tema “El solitario”, que se convirtió en un rotundo hit, y la colocó en el mapa musical peruano; su resonancia de amplitud regional se volvió nacional, y que se aceleró con el accidente que la orquesta sufrió el 01 de enero de 2004, donde fallecieron cuatro de sus integrantes, entre ellos, Edwin Alcántara, el joven vocalista, conocido como el Romano de Oro. El año 2002, falleció el fundador, y la dirección de la orquesta recayó en los hermanos Aspericueta Cabanillas (Santiago y Fernando).  El éxito de la orquesta, que se mantiene en el tiempo, y que pudo haberse quedado solo en el plano familiar o grupal, devino en un éxito para Guadalupe, su tierra natal, con solo endosar explícitamente a su nombre su lugar de procedencia. Este sencillo gesto de amor al terruño, pero significativo, permitió que “Guadalupe” se paseara por todos los rincones del Perú a ritmo de cumbia, ganando reconocimiento, luz. Parece mentira, pero sin este gesto, los guadalupanos seguirían condenados a responder, cada vez que dijeran su lugar de procedencia, la incómoda pregunta: ¿y dónde queda Guadalupe? La orquesta guadalupana borró esta necesidad a punta de afiches fosforescentes, bailes, presentaciones, a punta de su icónico estribillo en cada canción: ¡Caribeños de Guadalupe!    

Marina Mora, hija de Guadalupe, entre las más bellas del mundo.

El sábado 10 de noviembre del 2001, una noticia, que corrió como reguero de pólvora, remeció a Guadalupe y la sacó de su apacible cotidianidad: ¡La miss Perú Mundo es Guadalupana! Esta frase, revestida de emoción, viajó por cada rincón de Guadalupe tomando interminables variantes. Y cundió el asombro, no porque se creyera que Marina Mora no fuera capaz de tremenda hazaña, sino porque Guadalupe era un pueblo donde las grandes noticias eran lejanas. Cómo iba a ser posible que la niña que correteaba por las calles se haya convertido en la Miss Perú Mundo. ¡Eso no podía ser! Y, para remate, cuando Guadalupe aún no se recuperaba del asombro, el 7 de diciembre de 2002, una segunda noticia arribó desde Inglaterra: ¡Marina Mora, la tercera mujer más bella del mundo! Y como si esto no fuera suficientemente emotivo, lo más emotivo sucedió cuando declaró a la prensa internacional: Es un triunfo para el Perú y para mi Guadalupe querido. En ese momento su éxito personal devino en un éxito colectivo; posó a Guadalupe en los ojos del mundo, le dio su belleza, le dio luz; como cuando agradeció a la peruanísima Virgen Nuestra Señora de Guadalupe por haber intercedido por su triunfo. Desde aquel suceso, Marina Beatriz Mora Montero, que nació el 05 de octubre de 1979, ha habitado en el corazón de su terruño.

El sánguche de pavo es muy cotizado en Guadalupe.

El sánguche de pavo, elemento estrella de la gastronomía guadalupana, le debe su nombradía al pavo, que es criollo ―de corral o de chacra― y en el pan de labranza, ambos cocidos en horno artesanal ―alimentado con leña de algarrobo―; le debe su nombradía, también, al casi anónimo jugo que el pavo libera al ser horneado, y con el cual religiosamente el pan se unta. Su historia empieza a iniciativa de don Juan Briceño Caballero, un 20 de octubre de 1960; la posta la continuó don Juan Carlos Briceño Alfaro (hijo), y, actualmente la mantienen vigente don Martín y Carlos Briceño Álvarez (nietos); han sido 6 décadas de tradición y esfuerzo, tres empeñosas generaciones; es justo mencionar que se sumaron a cimentar esta tradición culinaria, las familias Aguilar y Velásquez, entre otras. El sánguche de pavo y su sabor, legitimado por gente de a pie como por chefs famosos, don Pedrito Villalba y don Gastón Acurio, por ejemplo, avanzó, pero no solo; se topó en el camino con su fiel y natural complemento: el oloroso café pasado, gota a gota. El reconocimiento del humilde potaje, que trascendió las fronteras locales y se instaló en el ámbito nacional, no significó un logro solo para quienes lo han promovido, sino, también, para su cuna, Guadalupe; le dio un sabroso brillo.

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