Escribe: Lucho Caro
El Perú y la comunidad literaria mundial se despidieron con profunda melancolía de Mario Vargas Llosa, una de las figuras más preclaras de la literatura contemporánea. Su fallecimiento no solo simboliza el epílogo de una era, sino también el advenimiento de un legado que perdurará en las páginas de sus magistrales obras y en la memoria colectiva de quienes nos dejamos seducir por su prosa incisiva. La noticia de su muerte ha suscitado un hondo sentimiento de pesar, no únicamente entre sus seres más queridos, sino también entre sus fervientes lectores en Perú y en todos los rincones del orbe. Inclusive aquellos que jamás han tenido la oportunidad de sumergirse en sus novelas lamentan esta pérdida, conscientes de su innegable impacto en el imaginario cultural.
Todo indica que Vargas Llosa enfrentaba una enfermedad incurable desde 2020, un cáncer a la sangre, según algunas versiones aparecidas. En sus últimos meses, optó por regresar al Perú rodeado de su familia, una sabía decisión, porque la familia es, por excelencia, el mejor lugar del mundo.
Desde su primera novela, «La ciudad y los perros», Vargas Llosa demostró una excepcional habilidad para explorar las complejidades de la condición humana y la realidad social del Perú y América Latina. Su prosa aguda y su destreza para entrelazar la ficción con la política lo consagraron como una figura emblemática, tanto en el ámbito literario como en el debate intelectual de su época. A pesar de las pasiones encontradas que suscitó su compromiso político, su calidad literaria jamás fue puesta en tela de juicio.
Premio Nobel de Literatura en 2010, Vargas Llosa fue un escritor prolífico y un activista fervoroso en defensa de la democracia y la libertad. Su voz se alzó con firmeza en momentos de crisis política, abogando por quienes luchan por la justicia y la verdad. Aunque enfrentó críticas aceradas por sus posturas, es fundamental recordar que su obra trasciende tales controversias y se centra en la creación literaria.
A través de personajes memorables, Vargas Llosa nos enseñó que la literatura posee el poder de transformar realidades, desafiar normas y profundizar en la psicología humana. Cada uno de sus libros es un viaje que invita a la reflexión, a la crítica y, sobre todo, a la empatía.
Es lamentable que aún no se le haya rendido un póstumo homenaje adecuado en el país, donde la ausencia de una cátedra dedicada a su obra o un certamen literario en su honor refleja una profunda soledad intelectual.
Mario Vargas Llosa eligió morir en el Perú, rechazando un mausoleo ostentoso en Madrid y finalmente fue cremado. Sus cenizas fueron esparcidas sobre el mar de Paracas. Sin embargo, su partida ha dejado una huella indeleble en la sociedad, tanto que algunos periodistas deportivos, al informar sobre su deceso, confundieron sus novelas. En un momento de desconcierto, aludieron a «La guerra del fin del mundo» y «La tía Julia y el escribidor» o «La casa verde» como si fueran títulos de una saga de ciencia ficción, erróneamente denominándolas «La guerra de las Galaxias» y «La casa de la tía Julia». Esta anécdota, aunque desafortunada, ilustra cómo Vargas Llosa ha sido parte del imaginario colectivo, incluso para aquellos que no han tenido el privilegio de leer su obra.
Su legado literario y su incansable aporte a la cultura hispanoamericana marcarán para siempre la historia de las letras universales. Nos honra haber reconocido su brillante trayectoria y pensamiento crítico, valores que hoy siguen inspirando a nuevas generaciones.
Mientras lamentamos su partida, celebramos su vida y su vasta obra. El legado de Vargas Llosa perdurará en las estanterías de nuestras bibliotecas y en los corazones de quienes han encontrado en sus palabras un eco de sus propias luchas y esperanzas. Es lamentable que aún no se le haya rendido un póstumo homenaje adecuado en el país, donde la ausencia de una cátedra dedicada a su obra o un certamen literario en su honor refleja una profunda soledad intelectual.
Mario Vargas Llosa se va, pero su voz perdurará en cada palabra que dejó. La literatura ha perdido a un gigante, pero su espíritu vivirá en cada lector que se atreva a soñar, a cuestionar y a resistir. Descanse en paz, maestro.