lunes, julio 1, 2024
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Las autoridades y la Policía salen a darse un paseo nocturno por el ‘Pantaleón’ y otros locales

El gran operativo anunciado por el Gobierno Regional de La Libertad en la noche del último lunes terminó siendo un despliegue policial inocuo. Los agentes regresaron con las manos vacías. Esta crónica cuenta lo ocurrido.

Escribe: Eduardo Zafra

«Si ustedes nos acompañaran en la noche, a la hora que salimos a trabajar, tal vez se dieran cuenta». El general José Zavala, jefe de la Policía, había lanzado el reto: quería que la prensa acompañe a la PNP, en la madrugada, cuando el estado de emergencia llegaba a su punto más álgido y los agentes salen a realizar operativos nocturnos en todos los locales que se encuentran abiertos.

Al parecer, sus palabras llegaron a los oídos del gobernador regional Cesar Acuña, pues esa misma noche los celulares de todos los periodistas fueron alertados con un mensaje enviado desde las oficinas del Gobierno Regional de La Libertad:

“Colegas, esta madrugada el gobernador César Acuña, la prefecta Carolina Velasco y el jefe de la Policía, general José Zavala, realizarán un operativo inopinado en todos los locales nocturnos. Los que deseen ir, pueden registrarse. Cupos limitados. Llevar a la Plaza de Armas a las 11 pm”.

Siempre me ha movido más la adrenalina que el miedo, por eso, a pesar de la hora y el cansancio, confirmo mi asistencia. Nada más llegar a la Plaza de Armas, se siente la presencia policial.

Policías de todas las divisiones están formados frente a las oficinas del Gobierno Regional. El general Zavala, la prefecta Velasco y el gobernador regional Acuña también están presentes. Los jefes de cada división policial dan instrucciones a su personal mientras que las autoridades policiales y regionales hacen las últimas coordinaciones.

Finalmente llega la hora de partir. “Rompan filas”, gritan los jefes policiales. Algunos efectivos se persignan antes de salir; saben que su vida siempre está en riesgo.

La prensa acompaña a la Policía en sus propios vehículos. La mayoría va en camionetas. Yo voy aparte, en uno de los patrulleros policiales.

A partir de ahí, no volveremos a ver más al gobernador César Acuña, pese a que se decía que lideraría el operativo.

Nada más entrar al patrullero, parece que el ambiente ha cambiado. A pesar del agitado momento, el aire dentro del patrullero es cándido, como si la costumbre hubiera ganado a la novedad y ya nadie se sorprende por un operativo más. El auto huele a hoja de coca, los oficiales chacchan la hoja ancestral para vencer al cansancio. En la radio suena Por qué no se van del país del grupo de rock chileno “Los Prisioneros” y la luz de las sirenas aturden la vista.



La primera parada es un conocido nigth club, que en realidad es un burdel, y lleva por nombre Pantaleón, como el célebre personaje de la novela de Mario Vargas Llosa. Ni bien descienden de las camionetas, cuatro efectivos policiales trepan como gatos. Los muros que protegen el autodenominado “centro de entretenimiento para caballeros” abren las puertas y todos los efectivos policiales, juntos con la prefecta, pueden ingresar.

El personal que se encuentra dentro de local afirma que ya todos se han ido y, como prueba, muestra que las sábanas utilizadas en los cuartos están secándose. El lugar es un sombrío pasadizo repleto de cuartos, donde nos dan la bienvenida las luces rojas que ayudan a incrementar el aura lúgubre que emana del lugar. Los cuartos son estrictamente funcionales: una cama y una ducha, nada más.

Al parecer, efectivamente, todo está ya cerrado. La Policía se retira.

El camino se vuelve después repetitivo. El contingente sigue parando en cada discoteca, club o restaurante que se encuentre abierto, pero no logran encontrar nada. Parece que esa noche los trujillanos decidieron portarse bien, y no buscar lugares dónde divertirse, algo quizás normal en una madrugada de lunes.

No obstante, una parada sí dejó algo en qué pensar. Al retorno, el contingente policial llega hasta el local Maroma, en la avenida Túpac Amaru, el mismo que fue cerrado días atrás y tiene un muro de cemento puesto en su entrada. Los policías echan un vistazo y comprueban que no hay nada. ¿O quizás la fiesta tuvo una pausa silenciosa a puertas cerradas?

El gran operativo nocturno anunciado acaba, finalmente, sin intervenciones. Esta noche no hay suerte. Tal vez para la otra será. Eso sí: el crimen no duerme, a pesar de todo.

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