Escribe: Omar Aliaga
Lunes por la mañana. Minutos antes de las 9 de la mañana. El despacho de la alcaldía es un escenario de pasos precipitados, la señal del inicio de un día, de una semana intensa. Mario Reyna Rodríguez viste camisa blanca de manga corta, luce jovial pese a ser un cuarentón que se aproxima al medio siglo de vida. Sentado en el escritorio que hace apenas unos días atrás ocupaba el hombre que ahora lo llama «Judas» y lo llena de denuestos desde el Facebook, sonríe con cordialidad.
Mario Reyna tiene poco tiempo, pues su agenda le deja poco margen para atendernos. Nos brindará unos minutos, diez minutos o por ahí; pero el tiempo se irá más rápido de lo que todos esperaban y, aunque el actual responsable de Imagen y Comunicaciones de la municipalidad nos apura señalando enfáticamente su reloj en la muñeca, terminará esta entrevista arañando la veintena de minutos.
El flamante alcalde de Trujillo no rehúye los temas planteados, pero aunque diga que no es un político tradicional se muestra cauto como cualquier político tradicional entrenado en estos menesteres. No son vanos sus años como funcionario municipal, en los tiempos en que César Acuña fue alcalde.
En esos años justamente conoció a Arturo Fernández, cuenta él en esta entrevista. «Aquí mismo, en la municipalidad», enfatiza. Y admitirá que sí hubo un grado de amistad entre ambos.
También habla aquí de César Acuña, de quien dice no ha visto prácticamente en la última década. «Aunque he leído artículos tuyos en los que dices que soy un ‘Acuña Boy'», le dirá al entrevistador. Y hasta revelará un dato sobre un cobro que no debía ser de parte de la universidad de Acuña.
Las nuevas cuitas con los funcionarios recientemente designados por él, algunos de ellos amigos recurrentes de Arturo Fernández tampoco son eludidas por Reyna. Igualmente, ese primer revés en su primera sesión de concejo. «No fue un autogol», considera.
Se despide señalando que no quiere defraudar a la ciudadanía. Pero esto apenas ha comenzado.
