Escribe: Eliana Pérez Barrenechea
Imagine que en la ciudad donde vive se asesine o deje malherido a un niño o una niña cada diez minutos. Imagine los cuerpos inertes de mil, cinco mil, diez mil, veinte mil, veintiséis mil niños y niñas. Esa es la cifra infame de niños palestinos asesinados por el ejército de Israel desde el 7 de octubre del año pasado. Somos testigos de un espectáculo de muerte y terror, que –pese a ser el atentado más grave contra la humanidad en el presente siglo– nos resulta lejano y ajeno. Eso es la necropolítica: la gestión de la muerte y el poder decidir quién muere y qué muertes importan y cuáles no.
El mundo ve inmóvil cómo una nación es aplastada por el poder de los que controlan la geopolítica y el capital: Israel y sus aliados en el Consejo de Seguridad de la ONU, principalmente Estados Unidos, país fundamental para el genocidio contra el pueblo palestino.
No nos equivoquemos, no es una guerra contra el fundamentalismo de Hamás. Es una estrategia de exterminio de una nación, de su cultura, de su historia, sin que nadie pueda detenerla. Por el contrario, el terrorismo sionista sigue desplazando, asesinando, torturando y desapareciendo a población civil inocente con total impunidad. En siete meses se cuentan más de 36 mil personas asesinadas, la mayoría mujeres y niños, y al menos un millón y medio se encuentran hacinados, enfermos y con hambre, en centros de refugio que son el blanco de los misiles israelíes en los últimos días.
Necropolítica para exterminar Palestina, necroeconomía para vender armas a Israel: Estados Unidos le abastece el 69% de armamento.
Esta barbarie es posible porque detrás está el poder imperialista de Estados Unidos, que de la mano de Benjamin Netanyahu y su ejército, se expande en Medio Oriente, mientras el poder de Israel extrema su colonialismo de ocupación y despojo hasta la limpieza étnica. Ellos tienen el derecho de matar, es el necropoder disciplinando al mundo y demostrando quién decide y valida las muertes.
Achille Mbembe, filósofo e historiador camerunés, a quien se le atribuye el concepto de necropolítica, es clave para entender que la gestión de la muerte es parte de la gestión del capital y una medida necesaria para su acumulación. Necropolítica para exterminar Palestina, necroeconomía para vender armas a Israel: Estados Unidos le abastece el 69% de armamento, seguido de Alemania, porque el capital no tiene memoria.
Frente a ello, tomemos posición y no guardemos silencio: ¡Viva Palestina libre!, que sus muertos nos duelan. No somos ajenos porque el necropoder no descansa. Y nuestros pueblos saben bien de colonialismo racista, de imperialismo y de capitalismo. No son historia pasada, están muy presentes bajo un ropaje de libertarios, disputándonos las subjetividades y las narrativas. Hablemos más alto, ha llegado el día de ponernos el alma.