La muerte de Gabriela Namoc Cabos, una mujer de 84 años que falleció en un incendio en su vivienda del distrito de La Esperanza, conmocionó a la comunidad. Pero más allá del dolor, lo que también ha generado controversia es la forma en que el alcalde Wilmer Sánchez y su equipo de Imagen han manejado públicamente la tragedia.
¿Será necesario tanto registro?
Desde el primer momento, cada gesto del alcalde —sea un abrazo, una visita o una presencia en el lugar del siniestro— fue capturado por una cámara. Las imágenes, cuidadosamente seleccionadas, fueron difundidas a través de sus redes oficiales, consiguiendo likes, corazones y comentarios que endulcen la deteriorada percepción pública del burgomaestre, hoy afiliado a Alianza para el Progreso (APP).
Antes incluso de que concluyeran los procedimientos forenses, su equipo ya difundía versiones sobre la supuesta ayuda activa de Sánchez para facilitar el traslado del cuerpo a la morgue de Trujillo y luego al lugar del velorio. Minutos antes de ese traslado, el alcalde fue fotografiado en la sede del Ministerio Público en La Esperanza.
¿Ayuda real o estrategia comunicacional? La presencia del alcalde pudo haber contribuido a acelerar algunos trámites burocráticos, y eso es algo que se debe reconocer. Sin embargo, lo que muchos cuestionan no es la ayuda, sino el despliegue mediático que se montó alrededor de ella. La tragedia de una familia terminó convirtiéndose en una oportunidad para reposicionar una imagen política desgastada.
La pregunta que queda es incómoda, pero necesaria: ¿hasta qué punto es válido usar el dolor ajeno para reconstruir capital político? Las autoridades deben estar cerca del pueblo, pero también deben saber cuándo dar un paso atrás y respetar el luto. En este caso, la exposición desmedida deja una sombra sobre lo que pudo haber sido un acto genuino de apoyo.
