lunes, julio 1, 2024
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Susan Calderón: entre la dulzura, el talento y el periodismo

Escribe: Jorge Tume

Recuerdo cuando probé unos pasteles hechos por Susan Calderón, presentadora de televisión de un medio trujillano. Una revolución de sabores y sensaciones se agolparon en mí. Fue una sorpresa descubrir su otra faceta. Me pregunté cómo haría para dividir su tiempo entre el periodismo, la docencia, la repostería, su papel de madre y su hobby de divertida tiktokera.

Entonces, me propuse visitarla para contar su historia. Y, acompañado del fotógrafo Joel Alfaro, llegamos a La Noria, una urbanización de gente tranquila, y calles ordenadas con nombres de filósofos. Lo que no sabíamos, es que esta historia iba a ver la luz casi un año después. Y todo por culpa de mi fotógrafo.

Susan Calderón le pone pasión a la preparación de sabrosos bocaditos.

El inicio de Susan en el periodismo y en la repostería está signado por la desagracia. En todo caso, las luces y la dulzura llegaron para apagar la amargura. El primer hijo de Susan nació con un problema en el corazón y tuvo que renunciar a todo para cuidarlo. Se preguntó qué iba a hacer para agenciarse de recursos. Entonces echó mano a otra de sus pasiones: el arte de hacer postres.

Tampoco es que haya sido una salida sin sustento. A Susan le gusta la cocina desde muy pequeña. En una de sus vacaciones escolares, su mamá la inscribió en un taller de cocina y repostería. Le gustó más la repostería, sobre todo por los detalles. Tanto le gustó que hizo sus pininos para deleitar a su familia. Y todos quedaron maravillados.

Por eso cuando ocurrió ese hecho doloroso comenzó a ver como negocio la repostería. Nació D’Su Postres y bocaditos. De eso, hace ya ocho años. Cuando menos lo pensó, la pequeña empresa empezó a crecer.

Y es que las dulzuras de este templo entran a tu paladar como una bendición; no se saborean, se viven, se acarician con la memoria. Y no solo lo digo yo; también lo ha dicho Gastón Acurio, quien ha tenido el privilegio de probar un pionono casero de Susan, y comentar al respecto. ¡Todo un lujo!

Las tortas y bocaditos de D’Su son una delicia para el paladar y los ojos.

Cierto día, a Susan la llamaron de la televisión para participar en un bloque dedicado a la repostería, dada su condición de profesora. Luego otra vez. A la tercera invitación le hicieron la propuesta de conducir un magazine. Dijo que no; sobre todo porque sus pequeños se enfermaban mucho.

Pero vino la luz. Resulta que Susan salía de vivir otro hecho doloroso. Su segunda hijita nació a los cinco meses y medio. Ambas estuvieron buen tiempo hospitalizadas. Entonces creyó que era el milagro que hace tiempo venía pidiendo. Y aceptó. Hoy conduce dos programas noticiosos.

Sin embargo, no deja para nada su pasión por los postres. Ha pasado el tiempo, pero va a paso lento. Solo recibe los pedidos que sabe que va a poder cumplir. No se quiere saturar. Por eso, cuando tiene mucha demanda, pide la ayuda de tres de sus alumnas.

Su cocina taller laboratorio está en su acogedora casa. Y cuando decimos acogedora no es por llenar la frase: huele a dulzura y está adornada no solo con la belleza de Susan, sino con unas hermosas pinturas. Esos cuadros le pertenecen a su papá, ese ser al que ella llama “una bendición” o “la clave”, pues sin él hubiera sido imposible hacer todo lo que hace.

Susan conduce el noticieros de la mañana y el noticiero central de SolTV.

Decía Thomas Keller: «Una receta no tiene alma. Es el cocinero quien debe darle alma a la receta». Cuando le preguntamos a Susan por sus secretos en el arte de los postres, nos dice que nada del otro mundo, simplemente el uso de productos de buena calidad y un resultado casero. «Eso es el 70% del éxito», sonríe. El resto es pasión, amor y un acabado prolijo. Sus tortas son verdaderas obras de arte. Su fuerte es la masa elástica.

Sueña con un local propio para D’Su Postres y bocaditos, aunque sea pequeñito, a donde la gente llegue a degustar sus delicias. Sería algo así como el palacio de la dulzura.

Ferran Adrià decía que «la cocina es un lenguaje mediante el cual se puede expresar armonía, felicidad, belleza, poesía, complejidad, magia, humor, cultura». Todo eso, Susan lo ha entendido muy bien; pero le agrega eso que va en comunión con su espíritu: compartir.

Cuando Joel y yo nos despedíamos, Susan nos obsequió una bolsa de dulces a cada uno. Decidí no abrirla para no sucumbir a la tentación. Mi fotógrafo dijo que se los llevaría a su mamá. Pero ni bien subió al taxi dijo que se comería solo uno. Más allá aprovechó un semáforo en rojo para sustraer otro. Cerca al óvalo Grau, engulló otro. Y así. No dejaba de mover sus quijadas. Cuando llegamos a nuestro destino, Joel solo tenía la bolsa de papel en la mano. Y creo que esa promesa incumplida hizo que perdiéramos los archivos de esta nota. Hasta hace poco que pudimos recuperarlos y contar esta historia de éxito.

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