Escribe. Robert Jara
Aquí un intento poco serio –léase serio en más de una acepción– por clasificar al crítico; ese ser necesario y quizá, indispensable, dentro de un sistema literario que se precie de serio. No existe detrás de esta empresa ningún motivo oscuro que sustente mi afán, más bien curioso, lúdico, por conocer y establecer una parcelación taxonómica, como tampoco lo hubo cuando planteé, hace algún tiempo, la provocadora y fútil pregunta: ¿Quién es el poeta más pedante del Perú?, aunque así me lo insinuara más de un aludido o interesado.
Resulta sintomático que siendo el crítico un ser gravitante en un sistema literario, no exista una parcelación que tenga en cuenta los variopintos rasgos que ostenta y lo vuelve diferente, único. Hay tantos rasgos particulares, muchos por develar aún, como para darme el lujo de meter a todos los críticos inopinadamente en un mismo y democrático saco, y de seguir soslayando la rica diversidad de esta singular casta que habita en la escena literaria de un determinado espacio geográfico, emitiendo juicios, valorando obras. Es urgente tipificar, clasificar, diferenciar a este personaje tan amado y odiado al mismo tiempo, que padece estoicamente el descalificador estigma de ser un escritor frustrado, de ejercer un vano oficio.
No puedo resignarme a la ausencia de una clasificación del crítico, aunque sea tentativa; pues, los años conviviendo en el mundo literario, me han enseñado que decir crítico a secas era impreciso, injusto, ocioso. Me resulta imposible no distinguir sustancialmente entre uno y otro crítico que conozco, escucho, leo, “soporto”. Crítico a secas, imposible, es una falta de tacto, sino de responsabilidad. Estoy convencido de que el sustantivo crítico exige, en aras de una buena comunicación, de algún esclarecedor adjetivo; descontando, claro, el adjetivo implícito que delimita el área de acción del crítico: aquí, crítico debe leerse crítico literario. El adjetivo explícito y necesario permite distinguir al crítico que critica pensando en la obra, al que critica pensando en el autor, al que critica pensando en los réditos publicitarios, al crítico que critica con el bolsillo, al que critica con el hígado, al que critica con el corazón, solo por nombrar unos cuantos. Es imposible resistirme a la tentación de clasificar al crítico ante la diversidad innegable y abrumadora. Cómo soslayar la responsabilidad del crítico frente a su rol literario. Cómo soslayar la actitud del crítico frente al autor o su obra, si es lo que lo delata, realmente lo define.
Es imposible resistirme a la tentación de clasificar al crítico ante la diversidad innegable y abrumadora. Cómo soslayar la responsabilidad del crítico frente a su rol literario.
Mi pasión por el orden, sin llegar a la obsesión, y por nombrar a lo huidizo, finalmente se cristalizó en una aproximación taxonómica, casi de manera natural; es una simple propuesta –abierta, inconclusa, antojadiza, etc.– que me permite nombrar con más precisión y justicia al crítico, esa rara avis que sufre estoicamente la fatalidad de ser amado instantáneamente por el autor de cuya obra ha comentado cosas lindas, buenas; y odiado, con mayor o igual intensidad, nunca menos, por el autor de cuya obra ha comentado cosas feas, malas o bien no ha comentado nada, pues, tal como reza el secreto a voces, su silencio o indiferencia es más devastador que su crítica ácida, viperina.
Crítico puro: su crítica se limita a valorar una obra desde el punto de vista literario.
Crítico diplomático: su crítica apunta a mantener las buenas relaciones.
Crítico paternalista: su crítica apunta a dar ánimo o alas a los autores noveles o desconocidos.
Crítico empático: su crítica depende del grado de empatía que tenga con el autor.
Crítico impulsivo: su crítica depende de su estado de ánimo.
Crítico piadoso: su crítica obedece a un acto de compasión
Crítico amical: su crítica se ocupa de autores amigos o cercanos.
Crítico optimista: su crítica sólo ve lo bueno de una obra.
Crítico pesimista: su crítica sólo ve lo malo de una obra.
Crítico relacionista: su crítica depende del grado o clase de relación que tenga con el autor.
Crítico textual: su crítica se ocupa de la obra mas no del autor.
Crítico autoral: su crítica se ocupa del autor mas no de la obra.
Crítico banal: su crítica, aunque se ocupa de la obra no dice nada sobre ésta.
Crítico evasivo: su crítica se va adrede por las ramas.
Crítico generoso: su crítica es siempre benévola.
Crítico acrítico: su crítica es exenta de toda crítica.
Crítico ayayero: su crítica busca congraciarse con el autor.
Crítico bumerang: su crítica es –o espera– un acto de retribución.
Crítico arribista: su crítica se ocupa solo de autores consagrados o famosos.
Crítico chovinista: su crítica positiva se ocupa solo de obras de su región.
Crítico regionalista: su crítica se ocupa solo de obras de su región.
Crítico asalariado: su crítica se ocupa solo de obras de autores que han pagado sus servicios.
Crítico a la carta: su crítica se ocupa solo de obras de autores que han solicitado sus servicios.
Crítico marioneta: su crítica busca retribuir la sobonería del autor.
Crítico futurista: su crítica se ocupa de una obra que aún no ha sido creada.