domingo, diciembre 28, 2025
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Trujillo: un polvorín en manos de mafias Internacionales

El reciente informe periodístico sobre la ruta clandestina de explosivos que conecta Brasil con Trujillo pone de manifiesto la alarmante descomposición del estado de derecho en el Perú.

La violencia desatada por el tráfico de estos materiales ha convertido a Trujillo en un auténtico polvorín, donde el miedo y la inseguridad se han vuelto parte de la vida cotidiana. Los atentados son una realidad aterradora que deja a su paso heridas, muertes y familias destruidas, sumiendo a los trujillanos en el dolor y la desesperanza.

Esto es un reflejo de la incapacidad del Estado para controlar sus fronteras y garantizar la seguridad de sus habitantes. Los explosivos, que ingresan al país para abastecer a la mafia de la minería ilegal, han caído en manos de organizaciones criminales que los utilizan para extorsiones y ataques. Esta situación no sólo pone en peligro la vida de las personas, sino que también socava los cimientos de una sociedad que anhela paz y estabilidad, y que parece no encontrarla jamás.

La corrupción y la falta de vigilancia en las fronteras han creado un terreno fértil para el crecimiento de redes criminales que operan con total impunidad. La facilidad con la que los explosivos llegan a Trujillo evidencia que el tráfico ilícito está profundamente arraigado en la estructura del crimen organizado. Mientras tanto, ¿qué carajos hacen César Acuña y Dina Boluarte? ¿Qué estrategias efectivas han implementado para desmantelar estas redes? Acuña está más preocupado por su postulación a la presidencia, mientras que la denominada «mamá del Perú», seguramente consciente de su nefasta gestión, se apura en sus últimos meses de gobierno, debiendo rendir cuentas.



Es casi cómico que estas «figuras» políticas, más preocupadas por sus propias ambiciones que por el bienestar de la ciudadanía, se paseen por los escenarios mediáticos como si fueran los salvadores de la patria. Trujillo vive en un estado de constante alerta, mientras que los criminales se mueven sin restricciones. Los atentados no siembran el caos con tácticas diseñadas para controlar territorios y mantener a la ciudadanía en un estado de sumisión y miedo. Cada día que pasa sin una respuesta contundente por parte del Estado es un día en que la violencia se normaliza y se afianza como parte de la realidad de la ciudad.

Es lamentable que la ciudad del shambar y otros potajes deliciosos se haya convertido en un polvorín que amenaza con estallar en cualquier momento. La lucha contra el tráfico de explosivos y la criminalidad debería ser una prioridad ineludible, pero no lo es. Sin embargo, en los discursos de quienes anhelan el poder o desean permanecer en él, escucharemos promesas de combatir la minería ilegal y la delincuencia. Pero, curiosamente, muchos de esos candidatos también dependen de los dineros sucios de la mafia para financiar sus campañas. ¿Realmente se puede confiar en quienes están costeados por el mismo sistema que dicen combatir?

Es hora de que los ciudadanos abran los ojos y sepan a quién darle su voto en las próximas elecciones del 2026. El Perú está destruido, y Trujillo no es la excepción. La indiferencia y la pasividad solo alimentan el monstruo de la delincuencia que nos acecha. ¡Despertemos, Trujillo!

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